08 septiembre 2022

España. Inflación y desigualdad

Por: Ignacio Escañuela Romana



Con una inflación superior al 10% y unos precios del petróleo, el gas y otras materias primas disparados y en vaivenes constantes, en España lo que ahora se discute es cómo reducir los aumentos de precios y cómo distribuir los efectos perjudiciales. Toda inflación implica una pérdida real de renta. España pierde una parte de su renta nacional anual por el aumento de precios de las importaciones de las que no puede, de ningún modo, prescindir. Calculo que sólo el petróleo y el gas, si los precios continúan altos hasta el final de año, puede quitarnos un 1’5% adicional de lo que ganamos al año de manera agregada. Es cierto que pueden reducirse esos precios, pero también lo es que la apreciación del dólar, que hace más caras las compras, nos está perjudicando.

Además, no sólo perdemos como economía, sino que todos los agentes se ven ante el problema de conservar sus rentas reales y, con ellas, su nivel de gasto. Me explico simplificando un poco para verlo con claridad, si los precios aumentan un 10% como lo están haciendo, las empresas ven sus costes de compras para consumo e inversión crecer, los trabajadores (familias) ven que sus salarios se han reducido a la hora de ir al supermercado, la gasolinera o la tienda de ropa; el Estado ve que su recaudación por IVA, IRPF y otros sube, pero, al mismo tiempo, sus servicios e inversiones se han vuelto más caros. Imaginemos que las empresas suben sus precios en el mismo porcentaje, los trabajadores recuperan sus salarios reales al subirlos en la misma proporción, el Estado mantiene su déficit público al expandir su gasto: ¿Qué sucedería? Que la inflación seguiría en el mismo o superior nivel: la famosa espiral de precios. De aumentos de precios a costes y de vuelta a los precios, y así sucesivamente. Ojo, que de los tres grupos de agentes en los que he simplificado la economía, el que ceda en su renta real, si los otros no lo hacen, sale perdiendo.

Los datos del presupuesto público muestran una reducción del 41% en el déficit en este año (primer semestre, datos de https://www.lamoncloa.gob.es/). Las empresas muestran una evolución muy heterogénea, con situaciones muy distintas según el sector, pero da la impresión de que las empresas representativas de la mayor parte de sectores tienen los mismos márgenes de beneficio (ver, por ejemplo, Blanco Escolar, R., Menéndez Pujadas, Á., & Mulino Ríos, M. A. (2022). Resultados de las empresas no financieras en el primer trimestre de 2022.Boletín económico/Banco de España, n. 3, 2022). ¿Y los costes salariales?. Los datos de precios y de costes laborales son accesibles en el INE (https://www.ine.es/), mis cálculos a partir de esas series me indican que, en promedio anual, los costes laborales, los costes salariales y los costes salariales por hora han caído entre 7’7% y un 9’4% en comparación con el aumento de los precios al consumo, tomando como año base 2007.

Es evidente que esta situación perjudica a los trabajadores si continúa. Parece claro que el gobierno debería liderar una política de rentas concertada que distribuyese los costes de la inflación. Es decir, hacer depender la evolución de la renta de los tres grandes sectores de un objetivo de reducción paulatina de la inflación, para así lograr que esta caiga y que los costes globales se distribuyan de forma equitativa entre todos. Asimismo, lograr un compromiso firme de un escenario prudente de digamos cuatro años máximo (o similar), que tenga en cuenta la evolución de los precios y de los precios de las importaciones, pero que asegure que se dé la recuperación en positivo de los salarios reales. No tiene sentido que, en 2026, por ejemplo, podamos contemplar que lo que cobran los trabajadores, en términos reales, sea inferior a 2007.

Finalmente, es necesario reflexionar sobre la evolución de las desigualdades en las sociedades de mayor renta per cápita. Sobre esa tendencia a largo plazo se dan los diferentes problemas a corto, como el presente de la inflación. Rentas del trabajo y rentas del capital (ingresos por poseer una casa, maquinaria, …) se reparten la renta nacional. Sabemos que las rentas de trabajo, como porcentaje de la renta nacional, han ido descendiendo. Por el contrario, han crecido las rentas del capital, especialmente del capital inmobiliario. Ver, por ejemplo, los reiterados informes de la Oficina Internacional del Trabajo (Perspectivas Sociales y del Empleo en el Mundo: Tendencias 2022/2020. Ginebra: O–Ginebra: OIT, 2022 / 2020). Como el capital está muy desigualmente distribuido, las rentas crecientes que producen generan desigualdades mayores y un aumento de la riqueza de quienes más tienen ya, para el futuro. En una especie de efecto de bola de nieve aplicado a los activos que se poseen. A lo anterior se añade el incremento en la desigualdad de los salarios (por ejemplo, señalado por Piketty en El Capital en el siglo XXI y Milanovic en Capitalismo Nada Más). Ojo a la cuestión esencial planteada de los impuestos de sucesiones y herencias y de la gratuidad de una educación pública de calidad (mencionados en ese libro de Milanovic).

Si el largo plazo es muy negativo y el corto plazo también, hay que plantear que los movimientos sindicales son centrales para revertir esta situación. Se proponen varias teorías sobre las causas de la caída de los salarios en términos relativos en los países. Ahora bien, el ejemplo lo tenemos en esta crisis actual de inflación y suministros fundamentales, es la capacidad de los trabajadores de defender su renta relativa global la clave para mantenerla y revertir la tendencia. Las políticas públicas de renta para lograrlo no son complejas, dependen justamente de esa presencia activa de los trabajadores, a través de la acción sindical y el voto.

Análisis  Crítico ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia creative Commons.

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