13 octubre 2022

El robo virtual del Esequibo



El robo virtual' del Esequibo? La petición de Guyana que pretende desconocer el histórico diferendo territorial con Venezuela

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¿El 'robo virtual' del Esequibo? La petición de Guyana que pretende desconocer el histórico diferendo territorial con Venezuela

Lo que no ha podido ser resuelto en 123 años, un funcionario ha querido zanjarlo con una carta y un tuit. El miércoles, el secretario de Relaciones Exteriores guyanés, Robert Persaud, hizo una insólita petición: "Usar la función de informes de Twitter para que se eliminen" las publicaciones en las que aparece la zona en reclamación que está en disputa con Venezuela.

Según Persaud, los mapas que muestran la parte del territorio que está sujeto a un diferendo, "violan las leyes internacionales". El mensaje del funcionario se publicó a raíz de una carta suscrita por él mismo y remitida a los directivos de Facebook (que pertenece a Meta, considerada como una organización extremista en Rusia) y Twitter para que retiren los supuestos "mapas ilegales".

La misiva asegura que esos mapas estarían siendo utilizados para "propagar una narrativa falsa sobre el asunto existente de la controversia entre Guyana y Venezuela sobre la validez del laudo arbitral de 1899 que fijó la frontera terrestre". Pero, ¿qué tan cierta es esa afirmación?

Despojo colonial

En el escrito, Persaud asegura que la proliferación de esos mapas en los que aparece claramente delimitada la zona en reclamación, tienen el potencial de "dañar permanentemente las relaciones entre los Estados, incitar a la violencia contra el territorio y el pueblo de Guyana, y descarrilar el adjudicación actual del asunto ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ)".

Asimismo, insiste en darle reconocimiento al proceso de Arbitraje Internacional el 3 de octubre de 1899 mediante el cual, a su juicio, "ambas partes acordaron respetar los resultados del arbitraje en su totalidad, arreglo perfecto y definitivo del límite". No obstante, en su exposición hay importantes omisiones.

El laudo arbitral de 1899 se firmó cuando Guyana todavía era colonia británica, pero en 1966 fue considerado "nulo e írrito" por el Acuerdo de Ginebra. ¿La razón? Los vicios que caracterizaron ese proceso, ya que la voz de Venezuela fue prácticamente excluida de las negociaciones.

El llamado Laudo Arbitral de París –que defiende con vehemencia el funcionario guyanés– fue un proceso en el que dos británicos, dos estadounidenses y un ruso, que se anunciaba como "tercero imparcial", decidieron despojar a Venezuela de un territorio que le pertenecía desde 1777.

De hecho, en las negociaciones solo participó un venezolano –designado por EE.UU.–, mientras que el resto del equipo de defensa estuvo integrado por abogados norteamericanos. Por ese motivo, Caracas reivindica el acuerdo de Ginebra y se acoge al mecanismo, establecido en el seno de Naciones Unidas, para resolver el histórico diferendo con un arreglo práctico y mutuamente satisfactorio.

A principios de este mes, el presidente Nicolás Maduro reiteró "la postura irrevocable de su país" en defensa de "su soberanía e integridad territorial", y en contra de la "írrita y nefasta sentencia" del Laudo Arbitral de París. "Nada nos apartará de ese camino. ¡El sol de Venezuela nace en el Esequibo!", tuiteó el mandatario.

Pero más allá de esta nueva petición de eliminar los mapas con la zona en reclamación, lo cierto es que Guyana ha dado pasos contundentes para intentar quedarse con el territorio en disputa. En 2018, ese país acudió de forma unilateral ante la CIJ para pedirle que aceptara estudiar y resolver el diferendo con Venezuela por el Esequibo.

Dos años después, en diciembre del 2020, la Corte se declaró "competente" para analizar "la validez del laudo arbitral del 3 de octubre de 1899". La resolución fue rechazada por Caracas, por considerar que se trataba de una "instrumentalización" de ese tribunal "para dirimir una controversia que demanda una solución negociada".

Sube el tono

La petición de Persaud ocurre en un momento delicado para las relaciones entre Caracas y Georgetown. A principios de este mes, Venezuela denunció la injerencia de Washington en la histórica disputa territorial, luego de un tuit publicado por el subsecretario del Departamento de Estado de EE.UU. para América Latina, Brian Nichols.

En un mensaje a través de Twitter, Nichols aseguró que las fronteras terrestres entre Venezuela y Guyana, estipuladas por el laudo arbitral de 1899, debían "respetarse al menos o hasta que un órgano legal competente determine lo contrario", y enfatizó que Washington apoyaría "una resolución pacífica" del asunto.

El pronunciamiento fue inmediatamente respondido por la vicepresidenta venezolana, Delcy Rodríguez, quien destacó que "el Acuerdo de Ginebra es el único instrumento jurídico vigente y debidamente depositado en la ONU para resolver mediante negociaciones la controversia territorial sobre la Guayana Esequiba".

"Es el Acuerdo de Ginebra y no el laudo arbitral lo que rige esta controversia", escribió Rodríguez en Twitter, tras acusar a Washington de querer alimentar las fricciones entre ambos países para "favorecer su hegemonía energética y la de sus transnacionales".

Las tensiones ya iban en escalada desde finales de septiembre, cuando Caracas acusó a Georgetown de querer tergiversar la histórica controversia territorial por el Esequibo para forjar una "matriz interesada y publicitaria", que buscaría "facilitar el despojo a Venezuela del territorio controvertido" que se extiende por 160.000 kilómetros.

Según la cancillería venezolana, el objetivo del Ejecutivo guyanés sería concretar el despojo del territorio, para "implantar a un emporio trasnacional que desea apoderarse de las riquezas del mar, así como lo han venido haciendo abusivamente con las tierras sometidas a la negociación amistosa por mandato legal de este tratado firmado para resolver la controversia territorial". 

Aunque es pronto para dar por ciertas las acusaciones, la petición de Persaud sugiere que el funcionario no solo desconoce el Acuerdo de Ginebra sino que el despojo a Venezuela, de momento, podría comenzar en el vasto territorio virtual.


Video: Bolsonaro dice que Jesus multiplico los panes por por beneficios personales

Por: Análisis Crítico

Recuerdan como la oposición venezolana se burlaba de las colas por las colas por gasolina

Por: Análisis Crítico


Stoltenberg recuerda que Ucrania no es miembro de la OTAN y que está fuera de la "seguridad colectiva"

Por: RT

El Artículo 5, que estipula que un ataque contra uno de los miembros de la Alianza se considera contra todos los aliados, no es aplicable a Ucrania, dio a entender el secretario general.

Stoltenberg recuerda que Ucrania no es miembro de la OTAN y que está fuera de la "seguridad colectiva"

En el caso de un conflicto armado que involucre a uno de los países miembros de la OTAN, se activa el Artículo 5, que estipula los principios y las garantías de la seguridad colectiva de todos los integrantes del bloque militar, pero Ucrania, si bien es un "socio cercano", no puede aspirar a esas garantías por no formar parte de la Alianza Atlántica, expresó Jens Stoltenberg.

"Cuando se trata de Ucrania, la OTAN no es parte en el conflicto, pero apoyamos a Ucrania en su autodefensa. Ucrania es un socio cercano, llevamos muchos años apoyando a Ucrania", declaró el secretario general de la OTAN este jueves en rueda de prensa en Bruselas, recordando que le brindan asistencia militar a Kiev desde 2014.

No obstante, toda la ayuda militar de la Alianza, que pretende reforzar las capacidades defensivas de Ucrania y la promesa de seguir apoyando a Kiev "durante el tiempo que sea necesario", no está relacionada con el Artículo 5, dio a entender Stoltenberg.

El principio consagrado en el Artículo 5 de la OTAN estipula que un ataque contra uno de los miembros de la Alianza se considera un ataque contra todos los aliados:

"Las partes convienen en que un ataque armado contra una o contra varias de ellas, acaecido en Europa o en América del Norte, se considerará como un ataque dirigido contra todas ellas y, en consecuencia, acuerdan que si tal ataque se produce, cada una de ellas, en ejercicio del derecho de legítima defensa individual o colectiva, reconocido por el Artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas, asistirá a la parte o partes atacadas, adoptando seguidamente, individualmente y de acuerdo con las otras partes, las medidas que juzguen necesarias, incluso el empleo de la fuerza armada para restablecer y mantener la seguridad en la región del Atlántico Norte".

Anteriormente el ministro de Defensa de Ucrania, Alexéi Réznikov afirmó que su país ya es un miembro "de facto" de la OTAN.

"Hemos recorrido un largo camino y nos hemos unido de facto a la Alianza"escribió en Twitter Réznikov, agradeciendo al secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, por su "apoyo" en el conflicto con Rusia.

Paralelamente, aseveró que Kiev "está haciendo importantes contribuciones a la seguridad del mundo libre". "Estoy seguro de que nuestra victoria y reformas exitosas abrirán nuevos horizontes para Ucrania", agregó.

  • A finales de septiembre, el presidente ucraniano, Vladímir Zelenski, anunció la firma de la solicitud para la adhesión acelerada de su país a la OTAN. El procedimiento formal pretende responder a la importancia de "proteger" a toda la comunidad, señaló el mandatario.
  • Ante ello, Stoltenberg recordó que la decisión sobre la membresía debe ser adoptada por los 30 países miembros, pero aseguró que el bloque militar seguirá apoyando a Kiev en su lucha contra las fuerzas rusas cuanto tiempo sea necesario. "Apoyamos el derecho de Ucrania a elegir su propia senda, a decidir en qué acuerdos de seguridad quiere participar", dijo.

La guerra de Ucrania terminará en la disolucion de la OTAN y la UE

Por: Análisis Crítico



El derrumbe de la Unión Soviética en 1991 dio origen a algunos de los conflictos armados que vive el mundo en el presente. Además de la guerra en Ucrania ¿cuáles otros puntos calientes dejó la caída de la URSS? @lauragrb nos lo cuenta en este video. https://t.co/yl29wMdCVo pic.twitter.com/WV5UeCnR9I

La mas reciente escena de senilidad de Joe Biden

Por: Análisis Crítico

Se cumple un año del cambio de panorama de Porfirio Torres

Por Análisis Crítico

Este jueves, el presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro, conmemora la siembra de Porfirio Torres. 


«Hace un año cambió de paisaje un venezolano extraordinario, un gigante de la radiodifusión en nuestro país, el maestro Porfirio Torres, la inolvidable voz de Nuestro Insólito Universo», así lo destacó el Jefe de Estado a través de sus redes sociales.

Torres nació el 21 de septiembre de 1940, en San Juan de Los Morros, estado Guárico. Comenzó su carrera en la locución a los 20 años de edad, cuando participó en el programa, El Tío De Los Jiraharas, en Radio Tropical.

Fue locutor de varios programas, entre los que destaca Nuestro Insólito Universo y mereció disímiles galardones, como el que otorga el Colegio Nacional de Periodistas (CNP), y el premio Premio Aquiles Nazoa.

Les comparto la historia de Yuraima Ruiz. Una mujer que logró sobrevivir en Tejerias

 Por: Análisis Crítico

Te cuento mi historia, por si quieres cruzar el Darién

Por: Marcos Mancero

El número de migrantes y refugiados que caminan por la selva que se encuentra en la frontera entre Panamá y Colombia se ha multiplicado.

El autor hizo el trayecto por uno de los lugares más peligrosos del mundo y reconstruye su testimonio del recorrido a quienes planean aventurarse por la región.

Recibí muy temprano una llamada de Juan (*), un venezolano que me quería contar su historia. Fui enseguida a juntarme con él en el parque principal de la ciudad de Puyo en la Amazonía de Ecuador. Lo encontré abatido al igual que a su esposa. “Los muchachos no lo lograron” repetía, mientras sus dos hijas y una sobrina permanecían calladas mirando el suelo. Mientras iba a encontrarme con ellos, habían recibido una confirmación telefónica de que su sobrino no había logrado cruzar la selva del Darién y que dos de los amigos que le acompañaban también estaban desaparecidos. Habían iniciado el paso en agosto de 2022, fui a escuchar su historia. Lo hice, pero también la experiencia que tuve cuando atravesé esa misma ruta. Fue hace tres años, antes de que estallara la pandemia global de Covid 19. Para entonces aún venezolanas y venezolanos no eran la mayoría de los miles que inician allí su camino clandestino rumbo a Estados Unidos.

Acompañé en esa travesía a migrantes de tres continentes. Nunca escribí lo que viví, pero decidí reconstruir mi experiencia de seis días y seis noches para compartirla, de primera mano, y explicar cómo es en realidad atravesar esa selva. En los días que estuve allí fui amenazado de muerte y acosado por traficantes de personas y grupos armados que dominan partes específicas del trayecto. Estuve secuestrado 19 horas en las que sentí que mi vida había dejado de pertenecerme. Vi el cadáver de un desconocido en la selva y también a personas enfermas, extraviadas y desorientadas que habían sido abandonadas a su suerte. Cuando terminé el recorrido, había sido despojado de prácticamente de todas mis pertenencias.

La inhóspita selva, ubicada en la frontera entre Colombia y Panamá, es como una suerte de Torre de Babel donde confluyen personas de más de 50 países y diversas lenguas. No van con la voluntad de alcanzar el cielo, como en la historia bíblica, sino el sueño americano, en un viacrucis entre la esperanza y la desesperación a través de una naturaleza exuberante cada vez más amenazada por la creciente contaminación.

El paso de migrantes por esta selva se disparó en la última década. Hace 12 años, en 2010, apenas se registraron 559 refugiados y migrantes que la atravesaron. Fueron 30 mil en 2016 y en 2021 la cifra llegó 133 mil. Según Médicos sin Fronteras, organización no gubernamental de carácter global, el año pasado cruzaron el Darién tantas personas como las que lo habían hecho en los 11 años precedentes. Un récord que, entre otras razones, se atribuye a las secuelas económicas de la pandemia y al efecto del cambio climático. La proyección para 2022 es incluso mayor: entre enero y julio de este año, ya habían cruzado más de 71 mil personas, según Migración Panamá.

Venezolanas y venezolanos, incluidas mujeres, niñas y niños, ocupan en el presente el primer lugar entre los que cruzan. De acuerdo con los datos oficiales han sido más de 44 mil en lo que va de año y han superado a personas de Haití y Cuba. Venezuela, sumida en una emergencia humanitaria, ha expulsado a 6,8 millones de personas según datos de Naciones Unidas. Buena parte se dispersó por América Latina, pero progresivamente los países de la región comenzaron a exigir visados que han tenido el efecto de incrementar la movilidad clandestina.

Quienes fueron al sur al principio ahora ponen sus esperanzas de otra vida en el norte. Van empujados también por la noticia de que Estados Unidos extendió el Programa de Protección Temporal (TPS) hasta marzo de 2024. Sus planes son aprovechados por mafias que obtienen millonarias ganancias. Un informe de Interpol y la Policía Nacional de Colombia de 2019 señaló que el negocio del tráfico de migrantes a través del Darién facturaba semanalmente entonces cerca de un millón de dólares, alrededor de 52 millones de dólares anuales. De acuerdo con el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia UNICEF los riegos del tráfico de personas son menores para las mafias que los relacionados con el tráfico de drogas y armas, de allí el atractivo que les representa.

La aflicción humana contrasta con la maravilla natural que constituye el paso. En 2014 el Parque Nacional del Darién, fue declarado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, Ciencia y la Cultura (UNESCO) como Patrimonio Mundial de la Humanidad y Reserva de la Biósfera del Mundo. En conjunto con el parque nacional Katíos de Colombia, constituye un fastuoso bioma, que alberga desbordante diversidad, ecosistemas y pueblos originarios ahora también en riesgo.

Todo eso lo vi en mi camino. En el grupo con el que hice el paso había personas migrantes de África y Haití, además, estaban cinco personas de Venezuela, un presagio de la explosión que ocurriría después. Sin oportunidades de comunicación ni de abastecimiento de agua, comida o medicinas, emprendimos el viaje expuestos a las amenazas ambientales, producto de las especies salvajes que tienen hábitat en el lugar; y a las peores de todas, las humanas, dados los grupos criminales que se han convertido en señores de la selva.

Capurganá fue el inicio

Salimos de ciudad colombiana de Turbo, ubicada en el departamento de Antioquia. Tomé una lancha junto con otras 50 personas. El trayecto duró tres horas. Contemplábamos en el camino playas paradisíacas y aguas cristalinas. Antes del mediodía llegamos a Capurganá, una localidad turística de hermosos paisajes que es un avispero de migrantes y de traficantes de personas que se presentan como guías. El lugar, se convulsiona diariamente cada vez que llega una embarcación al puerto. Apenas empezamos a descender fuimos abordados por lugareños que insistían en llevarnos hasta Panamá sin permitirnos que nos dispersemos.

Mapa elaborado por el autor.

Fui a buscar dónde sellar mi pasaporte, pero cuando regresé encontré que mis acompañantes habían desaparecido. Los busqué y los encontré en una casa a unos 5 minutos del puerto. Una señora se afanaba en preparar alimentos para ofrecer a los recién llegados. El hombre de la casa y sus sobrinos querían apresuradamente cerrar un acuerdo: exigían 250 dólares por persona para el camino.

Me mantenía atento a las negociaciones. Estuvieron estancadas hasta que los guías, con acento paisa, dieron un grito. “No vamos hacer la vuelta a nadie por menos de 150 dólares”. Luego, en tono amenazante, añadieron una frase que marcó un cambio y un cierre en la conversación: “Pongan rápido esa platica (dinero). Ustedes no pueden ir por aquí solos y peor andar acá sin nuestro permiso”.

Decidí acompañar al grupo en ese momento porque pensé que había una buena historia y sentí que no había peligro. Una vez que recogieron el dinero recaudado nos hicieron salir enseguida. Nos señalaron una despensa donde debíamos buscar rápidamente alimentos para tres días. Era mitad de la tarde y logré advertir un anuncio. La puerta al infierno era hermosa y se presentaba ante nuestros ojos con un cartel de bienvenida a un sendero ecoturístico, bien cuidado, mantenido y limpio. Allí había cargadores de equipaje que revoloteaban y se disputaban nuestro favor. Ofrecían llevar las maletas por 20 o 30 dólares y también ayudarnos a trasladar infantes por 70 dólares. Nadie sabía que sus servicios tenían que ser renovados por tramos de una hasta tres horas.

Un muchacho apodado Junior dirigía el grupo de tres guías, quienes portaban chalecos azules y carnets numerados y plastificados. Afortunadamente era verano y casi no llovía. Luego de unas horas caminando dejamos atrás al parque y comenzamos a enfrentarnos a la dureza de la selva. La noche llegó y quienes antes no querían el servicio de cargadores ahora sí recurren al servicio para sus pesados equipajes, pues remontábamos una cuesta.

El ascenso parecía interminable y la oscuridad dominaba el trayecto: no llevaba conmigo una linterna. Un calambre en el pie derecho me sorprendió, pero rápidamente tuve que reponerme para continuar. Paramos a medianoche para descansar. Un grupo de nigerianos que venían conmigo hizo un ritual cristiano con hermosas melodías coreadas por mujeres. No sé si el cansancio o la dulzura de sus voces me hicieron caer dormido pese a la sensación de que no había vuelta a atrás y que estábamos en manos de las mafias.

El tráfico de personas entre América Latina y Estados Unidos es un negocio ilegal y violatorio de derechos humanos que genera ganancias por 31 mil 600 millones de dólares, según la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC). Las mujeres y niñas son las más afectadas por este delito que vulnera la dignidad de millones de personas. Los traficantes con engaños, amenazas, uso de la fuerza y otras formas de coacción someten a sus víctimas. Permanentemente nuestros guías nos dibujaban un panorama en el que se presentaban como ángeles guardianes en un lugar donde no sobreviviríamos sin ellos. Cuando dicen que el Darién es un infierno pienso en esa primera noche. Lo que lo hace tal no es el entorno selvático en sí mismo sino la aterradora presencia del crimen organizado.

Al despertar retomamos la caminata. El suelo fangoso, el calor y la humedad nos hizo presa fácil del cansancio. Además, ya los cargadores no nos acompañaban. Rápidamente todo lo que llevábamos se hizo pesado y con mucho pesar me fui desprendiendo de piezas de ropa y otras cosas innecesarias. En medio de la selva pude ver tiradas tiendas, prendas de vestir, desperdicios de alimentos, latas, plásticos, empaques, papeles, botellas y baterías de linternas. Estos desperdicios no solo señalan el camino sombrío por donde recorrieron otros migrantes, sino también muestran un gran tema olvidado: el grave problema de la contaminación que afecta a la selva y a los pueblos originarios.

Los pueblos autóctonos de este territorio están compuestos por Kunas, Emberá y Wounaan. La densidad de la población es de tres habitantes por kilómetro cuadrado. Ellos han custodiado una marcada diversidad biótica gracias a una relación armónica con la madre tierra. Son los mejores guardianes y por eso también contribuyen a mitigación del cambio climático.

Los madereros y los palmaceiteros se encuentran entre los principales involucrados en los daños ambientales al Darién. Poco se habla de la estela de contaminación generada por migrantes y tratantes de personas, en especial en las fuentes de agua que sirve de sustento y a las poblaciones ribereñas que dependen de los ríos y de la pesca que se puede obtener de ellos.

Mientras caminaba se me acabó el agua y al igual que otros compañeros caminantes nos moríamos de sed. El problema de la contaminación retumbaba en mi cabeza y tenía mucho miedo de beber directamente de los ríos, pero no había remedio: era cuestión de supervivencia. El agua que tomé directamente no estaba tan mal y me calmó la sed. Todos en algún momento terminan bebiendo de los ríos.

Ese segundo día mantuvimos una consigna que se dejó escuchar no más al iniciar la caminata: “Nadie deja atrás a nadie”. Procuramos mantenernos juntos y paramos no muy avanzada la noche. Acampamos cerca de un río. Nos dio tiempo para hacer una gran fogata y conocernos. Nos fuimos identificando y supimos que además de las 5 personas de Venezuela había 28 de Nigeria, 22 de Haití, 5 de Eritrea, 1 de Guinea, 1 República Dominicana y 1 de Ecuador. Ese era yo. Un desconocido con una valija nos acompañaba, pero no quería contacto con ninguno. Había una docena de niños haitianos y aproximadamente 20 mujeres.

Infografía elaborada por el autor

Sumario: Un creciente número de mujeres y niños atraviesan la selva del Darién. Estos son los datos de enero a julio de 2022

71.012 personas en total

52.922 hombres

18.090 mujeres

60.576 adultos

10.436 menores de edad

Fuente: Migración Panamá.

En medio de la fogata conocemos mejor a Jean Marie, un haitiano delgado, que vivió en Venezuela 10 años y habla muy buen español. También dejamos que Ramón, el dominicano, nos haga reír con inesperadas ocurrencias a los hispanohablantes. Fue una pausa en la que cada quien contó las motivaciones por las que emprendía esa difícil travesía. Al calor del fuego y de una noche pudimos relajarnos brevemente.

Repentinamente antes de dormir Junior me llamó aparte. Me hizo saber que Moisés, su tío y el guía que contraté, regresó a Capurganá y había dejado para mí su linterna. Antes de entregármela me hizo una advertencia: “No creo que usted sea migrante. Si vino por acá a pasarnos visaje, téngase cuidado o lo viramos” No entendí qué era “pasar visaje” pero comprendí perfectamente lo último. Casi no pude dormir con semejante amenaza de muerte.

El engaño y el secuestro

Al tercer día creímos que habíamos llegado al destino, pero no fue así: fuimos entregados por los guías a otro grupo que nos mantuvo secuestrados durante 19 horas en un campamento improvisado en medio de la selva.

Habíamos comenzado a caminar apenas amaneció sin tener conciencia de que seríamos engañados. Sorteamos caminos muy anegados que serpentean en la selva convencidos de que estábamos arribando a la última parte del viaje.

Llegamos al lecho de un río y allí Junior nos habló: “Llegamos. Vamos a descansar un momento”. Estábamos muy alegres. Los niños del grupo disfrutaban jugando en el río inocentemente. Algunos, contagiados por la felicidad infantil, aprovechamos también para bañarnos en el agua, relajarnos y quitar el barro de nuestra ropa y de nuestros cuerpos.

Los tres guías conversaron por algunos minutos con un hombre afrodescendiente. Después, Junior nos reunió y nos explicó que ya estábamos del lado panameño y que ellos ya no podían continuar. Nos aseguró que Carlitos –el hombre con quien había estado conversando– sería quien nos guiaría a partir de ese punto.

Nadie sabía que Carlitos nos llevaría hasta un lugar donde nos esperaban dos cómplices: “El Curry” y “El Mocho”, quien llevaba una escopeta. Se aseguraron de hacernos saber que ellos eran la autoridad. Fuimos despojados de machetes, cuchillos y nos sacaron del camino hasta un campamento improvisado. Las venezolanas lloraban angustiadas, los niños no entendían qué estaba pasando y se aferraban a sus padres y madres. Estábamos en shock. Sobrecogido por lo sucedido me cuestioné. ¿Qué hago aquí?

Nadie podía alejarse del campamento. Se había desvanecido de manera cruel la expectativa de llegar en tres días. Entendimos que fuimos engañados y sentimos aturdimiento no solo por eso: advertimos que los chicos de Eritrea ya no estaban con nosotros, escuchamos de una montaña de la muerte que obligatoriamente debíamos cruzar y que faltarían alrededor de tres días más para llegar a Bajo Chiquito el primer enclave del lado panameño.

Un disparo del Mocho en medio del secuestro nos aterrorizó. Dimos un grito tétrico que acompañó como eco el estruendo del proyectil que pasó cerca de la cabeza de Ramón el dominicano. Una acalorada discusión entre Carlitos y el Mocho terminó con el disparo. Las “chamas” venezolanas angustiadas permanecían ahora en silencio. Las madres y padres abrazaban a sus hijos e hijas sabiendo que no era el mejor lugar para estar.

Recuerdo las imágenes de esos abrazos cuando reviso estadísticas del presente que muestran el crecimiento del número de menores que viajan solos por el Darién. Solamente en mayo de 2022 hubo 210 niños y niñas que atravesaron la selva del Darién sin compañía de adultos, según la Defensoría del Pueblo de Colombia. El dato corresponde a los que salieron desde la población de Necoclí, uno de los puntos principales de acceso a la selva. La institución advirtió que los viajes de infantes no acompañados elevan sensiblemente el riesgo de que sean víctimas de reclutamiento forzado, abuso sexual y trata de personas.

Después de que el disparo nos aterrorizó, fuimos informados de que todos debíamos pagar un peaje de 30 dólares por persona para continuar. Empezaron las negociaciones por grupos según la nacionalidad y yo me sumé al de los nigerianos. Se hizo de noche. Después de un largo regateo se fijó el pago por la mitad del monto. Había una lluvia moderada y como pude me coloqué debajo de un plástico grande junto a unas 10 personas. No pude dormir. Fueron 19 horas interminables de secuestro que finalizaron con el pago del peaje y el alba.

La gran montaña de la muerte o del diablo

Un emisario de los secuestradores nos llevó temprano hasta el río donde nos mostró el camino por donde continuar. La caravana humana se extendía en unos 100 metros, plegándose como acordeón según los obstáculos naturales. A partir de ahí hicimos el ascenso por instinto ya sin guía y siguiendo las huellas que dejaron atrás otros migrantes. La montaña se impuso y provocó que el grupo grande se resquebraje: ya no se escuchó la consigna de no dejar atrás a nadie. Se fueron configurando grupos pequeños y cada uno siguió a su ritmo.

La cuesta estaba totalmente anegada y parecía tener vida propia. En cada paso el barro se aferraba fuertemente a nuestros pies, como si no quisiera dejarnos salir de esa selva. Ese esfuerzo adicional hacía que muchas personas tarden demasiado en superar esa montaña. Pocos alcanzamos la cima. Luego de hacerlo empezamos un descenso también peligroso en el que las ramas la y vegetación lastimaban nuestras manos, brazos y rostro. Fue necesario en esta montaña contar con un bastón de madera firme para apoyarse principalmente cuando hundías los pies en el barro.

El descenso terminó a mitad de la tarde y el río al final del declive nos dio la oportunidad de descansar y beber agua. Poco a poco vimos llegar a los rezagados con gruesas gotas de sudor en su rostro. Las mujeres eran recibidas con aplausos. No lograban llegar las familias con niños, personas mayores y con sobrepeso. Supimos que tuvieron que regresar. Ramón, el dominicano a quien esperamos cerca de entrada la noche, tampoco logró completar el camino.

Cuando retomamos la marcha nos sorprendió un joven de alrededor de 20 años de edad que dijo ser de Bangladesh. Salió inesperadamente de entre la vegetación. Afirmó que estaba perdido desde hacía cuatro días. Lo vimos deambular desorientado, mojado y hambriento por la selva. Apenas comió algo de lo que le ofrecimos. Lo quisimos llevar con nosotros, pero vimos que no iba poder caminar más. Por eso regresamos hasta donde había una familia indígena pescando en el río y le encargamos que cuidaran al chico hasta que se recuperara un poco para poder seguir en alguna dirección.

En la noche nos juntamos en la fogata para abrigarnos. Un amigo venezolano nos contó de una tragedia que había sucedido semanas atrás cuando decenas de migrantes cubanos fueron sorprendidos por el desbordamiento del río y muchos perecieronSon historias semejantes a las que se ven reflejadas en los medios de comunicación. Dos de ellas las recuerdo: el 23 de abril de 2019 fallecieron alrededor de 50 migrantes por un desbordamiento; y el 6 de julio de 2022 se reportó que 76 venezolanos se presumían desaparecidos porque después de 12 días no habían salido de la selva ni habían tenido contacto alguno con sus familias.

Los cubanos fallecidos por la crecida de un río en el Darién serían más de 50. https://diariodecuba.com/cuba/1559984735_46848.html

Más de 70 venezolanos están desaparecidos en el Tapón de Darién. https://3eravoz.com/sucesos/mas-de-70-venezolanos-estan-desaparecidos-en-el-tapon-de-darien/

El Tapón de Darién es hostil e impenetrable. Su difícil geografía provocó un conflicto entre naturaleza y desarrollo que impidió que 130 kilómetros de vía se construyan para completar la carretera Panamericana que va desde Alaska hasta la Patagonia. Panamá y Colombia nunca se pusieron de acuerdo para la construcción de este trayecto. Ese carácter de impenetrable ha sido propicio para el uso de la región en el tráfico de drogas, que incluso ha arrastrado a pueblos originarios a modos de vida que les eran ajenos.

Después de escuchar la historia de los cubanos arrastrados por la corriente, nos alejamos del río para montar una tienda que Jean Marie tuvo la precaución de recoger ese día en el camino. Casi es medianoche y hay monotonía de lluvia. Una mujer nigeriana estaba bajo la lluvia y se congelaba de frío. Jean Marie le permitió entrar para que pudiera guarecerse.

El horror de la muerte y el poder de la oración

Muy temprano empezamos el recorrido en este quinto día. Tuvimos que sortear rocas afiladas y resbaladizas. Los ríos zigzagueaban cada vez con más caudales y debimos cruzar uno de ellos más de una vez. Entre nosotros había personas que no sabían nadar y las ayudábamos haciendo cadenas humanas para que pasen de una orilla a la otra. Dos cosas se convirtieron en grandes preocupaciones: la comida casi se había terminado y la mayoría tenía los pies no solo cansados, sino llenos de ampollas.

A media mañana encontramos un hombre fallecido. La mitad del cuerpo salía de su pequeña tienda. El olor era muy penetrante. No había manera de rodearlo, así que debimos pasar por su costado. Habíamos lidiado con todo, pero esto era demasiado. ¿Qué le pudo haber pasado? ¿Qué más nos podía esperar? Las preguntas nos martillaban y eran un peso más en la ruta, aunque seguimos caminando sin hablar del tema para no perder tiempo.

A medio día hicimos un receso. Los nigerianos compartieron galletas caseras con todos. Las recuerdo muy bien: estaban crujientes, frescas y bien conservadas. Después de regocijarme con ellas, busqué una sombra, tumbé mi espalda sobre una roca inclinada e hice una oración por el hombre aquel y también por mí mismo.

Me había quedado profundamente dormido, no sé cuánto tiempo estuve ahí. El grupo había empezado a caminar y fue Jean Marie quien regresó a buscarme apenas se dio cuenta que yo no estaba. Al verme él pensó que algo malo pasó conmigo por la manera como me encontró. Insistió varias veces llamándome hasta que logré despertarme. Se alivió cuando reaccioné. Aceleramos el paso para juntarnos con el resto.

Ya muy tarde, después de caminar a merced de la selva, encontramos cerca de la orilla de un río a un hombre mayor recostado en la arena. Permanecía bajo la lluvia desorientado y temblando. Tenía unos 65 o 70 años de edad. La comunicación con él era difícil, pero entendí que era de Sri Lanka y que tenía hambre. Le ofrecimos galletas, pero no las pudo comer y sus manos no paraban de temblar. Muchos pasaron de largo indiferentes, solo uno de los nigerianos y yo lo asistimos para que siguiera con nosotros. También oramos por él.

La deshidratación, la diarrea y otros problemas gastrointestinales, dengue, paludismo, chikungunya, lesiones cutáneas, pies ampollados y traumatismos por golpes y caídas se encuentran entre las principales patologías que desarrollan los caminantes de la selva. Personal de Médicos sin Fronteras en Bajo Chiquito hizo 30.000 consultas médicas en 2021: alrededor de 10.000 pacientes eran niños, niñas y adolescentes y también hubo 1.000 de mujeres embarazadas. Más de 3.475 también recibieron atención en salud mental en sesiones grupales, que resultan indispensables después de las experiencias traumáticas vividas en la selva. En el presente la organización hace 200 consultas diarias los siete días de la semana: los galenos están preocupados por la desbordante demanda.

Descansábamos cuando nos pillaron tres delincuentes armados con fusiles y con rostros cubiertos con pasamontañas. Exigían una cuota económica. Casi todos asustados ofrecimos lo que podíamos: 10, 20 30 dólares. Se mostraron conformes y nos dijeron que podíamos permanecer en ese lugar e irnos al día siguiente.

Éramos alrededor de 45 personas. Armamos la tienda antes de hacer la fogata. Mientras unos recogían leña y la encendían, cargamos al hombre de Sri Lanka para que estuviera cerca del fuego. Le conseguimos algo de ropa seca. Repasaba mentalmente que no habían llegado hasta aquí ni los niños ni sus padres, ni Ramón el dominicano, ni los cinco chicos de Eritrea ni el desconocido que nos había seguido con la pesada valija cuyo contenido ignorábamos.

Jean Marie antes de dormir dentro de la tienda desperdigó todo su equipaje y de entre su ropa salió comida que tenía muy bien guardada. El pan y las salchichas enlatadas fueron un manjar exquisito para celebrar un día más de supervivencia.

La violencia nos sorprende de nuevo

Apenas unos minutos después de emprender la marcha muy temprano fuimos sorprendidos nuevamente por los mismos delincuentes de la noche anterior. Esta vez eran cinco hombres bien armados y con pasamontañas. Nos dieron una orden: – ¡Dejen ahí en el centro sus mochilas y aléjense hacia atrás!

A punta de fusiles de asalto nos obligan a separarnos en dos grupos de hombres y mujeres. Los primeros fuimos revisados ahí mismo minuciosamente. A las mujeres, en cambio, se las llevaron por un sendero al interior de la selva. Mientras un delincuente nos apuntaba con su fusil, el otro se aseguraba de buscar dinero y objetos de valor: teléfonos, cámaras, computadoras, joyas se quedaron con ellos. Mi computador portátil y mi cámara de video también. No entendí por qué mi iPhone no lo quisieron y me lo devolvieron.

Luego de interminables minutos las mujeres regresaron. De alguna manera supusimos lo que había pasado. Una sensación de impotencia y rabia se apodera de todos, más aún dentro del círculo familiar y de amigos de ellas. La chama venezolana embarazada regresa y se junta con su pareja. Se abrazan fuertemente y no han parado de llorar. Sus tres paisanas tampoco pueden contener el llanto. La exposición a violencia sexual ha quedado retratada en datos de Médicos sin Fronteras. Desde abril de 2021 hasta julio de 2022 han registrado más de 400 casos de abuso de esa índole. Hay hombres que tampoco han escapado de esa suerte.

Después de dos interminables horas podemos irnos, apresuramos el paso para alejarnos prontamente de ese lugar, bajo el calor asfixiante y húmedo el silencio de nuevo se apoderó de todos. Cruzamos rápidamente el río y nos damos la mano unos a otros para pasar los fuertes torrentes con tal de distanciarnos de aquellos delincuentes y violadores.

A media mañana encontramos una mujer haitiana mal herida está sentada en el río. Tiene su rostro muy quemado y sus piernas lastimadas. Se aferra a una vieja biblia que tiene entre las manos. Nos pide ayuda. Intentamos hacerla caminar, pero no puede ponerse en pie. Fue muy difícil para mí tener que dejarla.

Una sensación de miedo se apoderó de nuevo del grupo al mediodía cuando vimos un hombre río abajo. Nos detuvimos en seco y nadie quiso avanzar, algunos incluso nos ocultamos. Era un lugareño que también se había dado cuenta que veníamos por el río y empezó hacernos señales con los brazos abiertos. Mientras nos acercábamos con recelo vimos que un militar estaba cerca de él. Apenas nos acercamos nos dicen que estamos a salvo y nos llevan con ellos, más adelante en un campamento improvisado una mujer tiene abundante comida y gaseosas para ofrecernos. Quienes no tenían dinero también pudieron disfrutar de la bondad y solidaridad de estas personas.

El oficial panameño nos condujo hasta la población de Bajo Chiquito. Solicitó que un grupo especializado subiera a rescatar a las dos personas que habíamos reportado. Todos sin excepción llegamos con alguna afectación física o mental. Encontré al llegar a padres sin sus hijos, hijos sin sus padres, personas que esperan que lleguen sus familiares, hermanos, primos, amigos o conocidos. Sabía que las heridas físicas del trayecto posiblemente cicatrizarán no así las heridas no visibles de esta desgarradora experiencia que tomaría seguramente mucho más tiempo.

En Bajo Chiquito encontré a los 5 muchachos de Eritrea. Habían llegado un día antes. Las dos chicas de su grupo estaba muy afectadas porque también fueron agredidas sexualmente. Les habían quitado todo, incluidos sus pasaportes. Eso les impediría avanzar hasta que las autoridades pudieran verificar su identidad. La mujer haitiana fue rescatada con vida, pero no el hombre de Sri Lanka.

Con mucha atención, Juan y su esposa escucharon mi historia. Me hicieron muchas preguntas, algunas cosas ella las anotaba en un papel. Me dijeron que a pesar de la tragedia de su sobrino y amigos ellos tienen la intención de continuar. Antes de la pandemia habían pasado por la Amazonia ecuatoriana rumbo a Chile y ahora han regresado con la intención de avanzar hacia el norte. Saben que deben extremar la protección a sus hijas y sobrina, pero les motiva los testimonios de muchos de sus amigos y compatriotas que ya están en los EEUU.

Nota:

(*) El nombre marcado con este asterisco está protegido.

Producción realizada en el marco de la Sala de Formación y Redacción Puentes de Comunicación III, de Escuela Cocuyo y El Faro. Proyecto apoyado por DW Akademie y el Ministerio Federal de Relaciones Exteriores de Alemania.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

 




 







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