Por: Pablo Santos
Crece el interés de los hombres por deconstruirnos y, con él, la demanda de lecturas feministas. ¿Es interesante que leamos sobre masculinidades y a otros hombres o esto vuelve a perpetuar la mirada androcéntrica?.
“¿Sabes de algún librito de masculinidades para un amigo muy majo que no sabe por dónde empezar”; “¿Alguna cosita para que mi novio no sea un cuadro?”;“¿Algo sencillo que les pueda dar a leer a mis chavales del insti?”. Me imagino que os habrán hecho esa pregunta alguna vez. A mí, desde luego, que soy un tipo interesado en el tema, me la hacen bastante a menudo. Y la verdad es que cuanto más leo, menos sé qué decir.
Pero así de primeras traigo malas noticias para quienes sí tengan interés en la igualdad: el manual de instrucciones del “buen hombre”, facilito pero completito, no se ha escrito aún, pese a que lo parezca. El Santo Grial del Buen Trato Edición Especial Señores no se ha podido encontrar todavía. El ingrediente secreto de la fórmula del Nuevo Hombre sigue sin ser desvelado. Con la falta que hace, oye.
Parece que esto de las masculinidades se están poniendo de moda –ya era hora, también te digo–, y, como con cada moda, se está generando una industria de consumo que quiere sacar tajada. Las masculinidades de los tipos cis, claro. Desde Gillette al Salón Erótico de Barcelona, tonto el último que no sepa leer el nicho de mercado y ofrecer soluciones que den beneficios a quien nunca le interesó lo más mínimo la igualdad. Es el mercado, amigos.
Y es en ese auge, tanto el del mercado, amigos, como el de la igualdad, amigas, donde los hombres andamos demandando ese producto mágico que nos haga mejores hombres. Más allá de las razones que motiven esa demanda, que me da a mí que daría para unos cuantos artículos, el caso es que está creciendo y parecería estratégico atenderla. Sin embargo, ¿cuál es esa demanda? ¿De dónde viene? ¿Qué pretende?
¿Qué hay de lo mío? vs. qué necesitas
Mi preocupación viene de rascar un poco más allá de la a priori bien intencionada voluntad de cambio; viene de percibir un cierto olor a chamusquina patriarcal.¿Se pide entender la situación de las mujeres en un sistema que las oprime, violenta y asesina o se pide un recetario para no cagarla siendo hombre? ¿Se busca entender los matices y diferencias de los diferentes feminismos para tener una cartografía de las luchas y emancipaciones o, por el contrario, el interés es saber cómo intersecciona todo esto en la vivencia masculina? ¿Se pretende en definitiva incorporar las gafas violetas o ver qué les pasa a los hombres que quieren ponérselas? Podría elaborar preguntas más torticeras para que se entienda mi opinión, pero creo que no hace falta.
¿Son estas demandas un medio para incorporar prácticas feministas? Yo diría que sí pero, ¿cómo las estamos intentando construir? Yo diría que como siempre: de hombres para hombres. Este auge de interés de los hombres por la masculinidad me suena de nuevo a un acto más egoico que altruista, me suena a un “¿qué hay de lo mío?”, no a un “oye, ¿qué necesitas?”. Interesarse por la masculinidad obviando de algún modo la feminidad me parece mal camino para la emancipación de las mujeres; ¿y no era esto de lo que iba la vaina?
¿No sería una forma de empezar a reparar nuestra deuda histórica con las mujeres el alejarnos de qué nos pica a nosotros en lugar de ver cómo curar sus heridas?¿No tendrá más sentido en términos de equidad priorizar los relatos de las mujeres? Acercarnos a la igualdad debería pasar por escuchar para comprender, sin a penas peros ni contar esas historias desde nuestro lado. Al fin y al cabo masculinidad y feminidad son las dos caras binarias de la misma moneda patriarcal; fijo que aprendiendo desde una aprendemos de la otra.
“Pero es que me interesa conocer la vivencia de hombres como yo en primera persona”, y lo entiendo. Pero esto de construir conocimiento situado viene de las voces sistemáticamente oprimidas que necesitan ser escuchadas, no justamente de quienes tienen el privilegio de no necesitar que se les vea. ¿Solo a mí me parece algo ridículo que quisiéramos acercarnos al concepto de gordofobia desde la voz de una persona delgada? ¿No tendrá más sentido que la aproximación venga desde alguien que no esté embriagado de privilegio flaco y, por tanto, no alcance a ver de manera objetiva su posición privilegiada? Y entonces, ¿por qué priorizamos los aportes de tipos cishetero a dichos debates? No sé, Rick, parece androcentrismo.
Amigo, si a estas alturas del texto notas como un calorcillo por el cuerpo y el ceño medio fruncido es porque te has enfadado. “Encima que intentamos hacerlo bien nos señalan todo el rato y nos hacen memes de aliades”. Si es tu caso, me permito el lujo de hacerte dos invitaciones; la primera es a que releas el texto de nuevo: en ningún momento se ha mencionado que los hombres no debamos hacer aportes (si no, ¿qué carajo haría yo escribiendo estas líneas?), lo que se ha mencionado es que resulta sintomático que nos acerquemos –también– a los feminismos desde la mirada de los hombres. La segunda invitación es que pares y pienses por qué te has chinao; podrías aprender más de feminismo para hombres que leyendo unos cuantos textos.
No digo que no sea una preocupación comprensible y hasta legítima, lo que digo es que si la puerta de entrada a los feminismos es a través de las masculinidades mal vamos. Otra vez nos estamos poniendo en el centro, incluso cuando intentamos dejar de estarlo. A donde voy con todo esto es a que creo que el trabajo más grande que tenemos por delante los señores es desarrollar la empatía. Y que el lugar desde el que desarrollarla tiene más sentido que sea desde las vivencias de ellas, ¿no? Genial si nos dicen que está feo ocupar los espacios simbólica o materialmente, pero si es desde ese “debería” dudo que vaya a ser un aprendizaje significativo y transformador. Sin embargo, si leo o escucho cómo se siente una mujer cuando siente que no puede ocupar el espacio, si logro empatizar con esa sensación tan bestia de frustración, igual lo integro y, poco a poco, voy incorporando el cambio.
Si todos tus referentes son masculinos…
Todo esto me recuerda enormemente al tema de los referentes. Apuesto a que la mayoría de referentes que hemos tenido han sido hombres. Ese lugar al que querer llegar siempre era masculino, en muchos casos también para las mujeres, a quienes la historia ha castigado sistemáticamente con que la masculinidad era ese lugar de llegada. ¿No será más transformador que dejemos de buscar nuevos referentes masculinos en los feminismos y que le demos la justa legitimidad que han de tener las mujeres en elaborar discurso feminista?
¡Será por falta de producción feminista! Busquemos a Andrea Momoitio, Ana Requena o Patricia Reguero, que no paran de escribir joyas en prensa. Empecemos por empaparnos con el Feminismo para principiantes de Nuria Varela o Desarmar la masculinidad de Beatriz Ranea; echémonos unas risas con los vídeos de Irantzu Varela o Pitu Aparicio… O, mejor, miremos a ver qué dicen esas otras racializadas, bolleras, trans o discas, y así ampliamos la mirada. ¿Aun así quieres leer a hombres? ¡Pues déjate embriagar por la pluma ácida y marica de Paco Vidarte o por la claridad expositiva sobre las transmasculinidades de Miquel Missé! La recomendación de la casa, si es que a alguien le sirve, es a atreverse a aprender de quien menos se parezca a uno, que es de donde nace lo nuevo.
A ver, tampoco se me malinterprete: lee lo que te dé la gana, solo faltaba. Soy de los que piensan que todo suma y, por supuesto, que muchas voces de hombres suman. Pero si queremos hacer de otra manera parece razonable no repetir los machismos del pasado, o como poco ser consciente de cuando se están cometiendo. ¿Tenemos que leer los hombres sobre masculinidades? Por las diosas, sí. ¿Tenemos que leer solo sobre masculinidades o solo a hombres? Por los dioses, no. ¿Podemos leer sobre menstruación, cargas de cuidados o lesbofobia? Pues mira, ojalá, que ahí se aprende de masculinidades y mucho.
Fuente: https://www.pikaramagazine.com/2022/09/tenemos-que-leer-los-hombres-sobre-masculinidades/