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Tú mismo eres la causa de cuánto te sucede. -Proverbio de los Ancestros
Así es, este caos político del Ecuador es de inicios del mundo (un préstamo metafórico al maestro Gabo). Este jazzman lo mira con ojos forasteros, aunque es uno de los que malvive los padecimientos, sin entender este relajo muy al contrario de la primera acepción de esta palabra. Es relajo en los términos del lumpen Street. ¿Cómo la ven? El país va a ninguna parte y no porque esté en calma chicha. Al revés, la violencia social nos ha convertido, al menos a una parte de la sección masculina de barrio adentro, en versión patética de Dirty Harry . Escupir ceniza y no saliva es más que una frase literaria, es figura sociológica de la retórica a medio camino entre la rabia y el miedo. Cada habitante proletario sabrá, en carne propia, las proporciones de esos dos sentimientos. Esta jam session se borronea de la ciudad de Esmeraldas, pero es más o menos lo mismo en Guayaquil, Portoviejo, Machala o Quito. El retrato emocional solo cambia la fotografía de la urbe.
No se extravíen en elucubraciones del tipo aspaventoso: “análisis sintomático de la realidad ecuatoriana y otras visualizaciones, etc., etc., etc.” No se atrevan, miren, con la mirada que les dé la gana, a la Plaza Grande, en Quito, el fulano que reside ahí con la banda, (la presidencial, por favor), es el responsable feliz de este desbarajuste. Él y su grupo apretado ganan en efectivo mientras el descalabro es mayor, porque no es deficiencia gubernamental al revés es plusvalía de la eficiencia grupal en el tablero de mando del Estado ecuatoriano. Por supuesto que son necesarias las indagaciones sociológicas y políticas librescas y de las otras, pero esta de ahora mismo está facilita, apenas hay que mirar y entender. ¿Qué no? Matemáticas de esquina atenta y descontenta. Siembra miedo y vende seguridad a precio de oro fino. Además el miedo es una telaraña que atrapa todas las mejores razones del descontento popular y prolongado. Se puede decir y escribir lo que sea en clave de análisis cimarrón, pero la rompieron. Afirmación rapera para el elogio. Mejor ni pedido como milagro para el clan ultra.
En estas semanas, calentar asfalto tiene horario de regreso por el riesgo, porque “donde quiera te espera lo peor”. Malvada lotería que acojona a mi ciudad y a las otras. No hay oferta de empleo, pero el miedo preventivo baja las revoluciones no sea que por andar gritando tu necesidad pierdas la oportunidad. ¿Quién escribió que la necesidad es factor revolucionario? No siempre. También está la epidemia del pesimismo destilado, por donde se mira no se encuentra una sola razón para distraer la inconformidad. Sí, en efecto la rompieron en todos los sentidos. Los edificios escolares en deterioro y preocupación por la vida de los estudiantes (decenas de madres y padres de familia haciendo guardia en las puertas de las unidades educativas) y ese sentimiento casi palpable en cada actividad ciudadana de que todo se va al carajo. Corrección urgente para aquellos que hacen esas comparaciones, esta no es una realidad macondiana, realismo mágico incluido, no, no y no, es la suma de todos los círculos del Inferno de Dante Alighieri. En el cuarto se ha atrincherado gozosamente el actual Gobierno y en el séptimo padecen las barriadas de mi ciudad y de otras ciudades ecuatorianas. Líneas analíticas precisas, porque provienen de la calle.
Esto sí es realismo mágico: casi nadie votó por Guillermo Lasso. Son esas vergüenzas inexplicables, por a lo mal hecho el pecho. Arrepentimiento inútil, en estas semanas de desgracia. ¿Quiénes lo eligieron? Algunos admiten, hablando rápido y de pasada, con la mirada buscando un incierto punto de apoyo. Ocurrió aquello que jamás había sido ignorado, por quienes prefirieron ‘esto’ a lo ‘otro’. Estas plagas ecuatorianas estaban en la percepción de mucha gente y se sabía que el derraigamiento del progresismo tenía costo sin precisar adjetivos. Ahora ya los tenemos, por ejemplo, atroz, violento, mentiroso, desesperante. Y el pesimismo es el aguacero triste que no se ve, pero no cesa. Este es el Ecuador de estos meses o mejor dicho de estos últimos años. El progresismo pudo volver y estuvo un tantico así, pero las trampas fueron muchas. Tantas que el camino se hizo infinito. Las trampas aún están colocadas ahí, por donde pase cualquier buena intención y las prepararon con aprobación mayoritaria, en febrero de 2018. Siete veces sí, historia reciente, la trampa primordial.
La caterva angurrienta que gobierna al Ecuador no tiene idea del país que administran (¿o sí?), quizás lo desprecian por su diversidad, quizás su patria querida es ahí donde suena esa sublime melodía de la caja registradora. Quizás apenas sirve para sus intereses económicos. Dudas y certezas como gallos de pelea. Y esa caterva gobernante tiene pregoneros que a la caretucada vende humo en canales de televisión, periódicos y variados propagandistas. Esto es serio y muy trágico. Así pues, cada triqui-traque salen con alguna: el desastre nacional es porque hay “muchos” asambleístas (una semana intensa de discusiones académicas, esquineras, mediáticas y familiares). La violencia es causada por “falta” de leyes (ídem). El desempleo es por “carencia” de leyes (ídem). La desinstitucionalización estatal ecuatoriana es para el asombro, porque hasta se están desempolvando las máquinas mecánicas (ídem). O precisando lo antes escrito el país se va al carajo (ídem). Y faltó aquel sonsonete, “la culpa es de…” ¿Quedarán crédulos para esas explicaciones?
¿Qué hacer? Esa es la pregunta que debería ir de boca en boca, con las respuestas de acuerdo a su relación con la temperatura palenquera de las calles. El viento que barra estas polillas de desastres deberá ser soplado por millones de descontentos, incluye a los electores del capitán de este buque fantasma. ¿Qué hacer? Por cuánto tiempo durará este hacer si han devuelto al país a los años del “mejor buscárselo en otro lado”. O sea emigrar. No es fácil se han juntado, como se grafiteó más arriba, círculos y plagas dantescas, por lo cual la tarea de recuperación popular está más allá del optimismo vespertino. ¿Aprenderemos de esta mala fortuna política? Ojalá.
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