Por: France 24
El 65% de los estadounidenses vive día a día. No tienen capacidad de ahorro y están expuestos a quedarse en la calle frente a cualquier imprevisto.
Un accidente de salud, muerte de un familiar, el alza de impuestos o una inflación récord como vive el país, obliga a muchos a endeudarse o buscar otras fuentes de financiación. De hecho, al menos 29 millones de estadounidenses tienen dos o más trabajos. A estas personas se les llama ‘working poor’, o nuevos pobres, porque aunque logren pagar su techo, no tienen tiempo para descansar, alimentarse bien y pagar seguro médico, condiciones que se parecen a la pobreza que tanto trabajan para evitar.
El 65% de los estadounidenses vive día a día. No tienen capacidad de ahorro y están expuestos a quedarse en la calle frente a cualquier imprevisto. Un accidente de salud, muerte de un familiar, el alza de impuestos o una inflación récord como vive el país, obliga a muchos a endeudarse o buscar otras fuentes de financiación. De hecho, al menos 29 millones de estadounidenses tienen dos o más trabajos. A estas personas se les llama ‘working poor’, o nuevos pobres, porque aunque logren pagar su techo, no tienen tiempo para descansar, alimentarse bien y pagar seguro médico, condiciones que se parecen a la pobreza que tanto trabajan para evitar.
En McPherson Square, un parque público a dos cuadras de la Casa Blanca, hay uno de los cerca de 95 campamentos de personas sin techo en Washington. Micro-comunidades en el centro de la ciudad que han aumentado casi un 40% desde el 2020 y que llaman la atención de los turistas que visitan la capital estadounidense.
Washington tiene 671.000 habitantes según el último censo y al menos 4.400 personas viven sin techo. Un número que la Alcaldía calcula una vez al año durante el invierno, pero que es cuestionado por voluntarios que reparten comida en los campamentos de la ciudad; ellos sostienen que la cifra podría ser dos veces mayor.
“Estamos siempre en modo supervivencia, tenemos que pensar siempre cómo vamos a comer, dónde nos vamos a bañar, dónde vamos a ir al baño, cómo protegernos, asegurarnos que no se roben, descansar. Así todos los días”, dice Carlos Carolina, que vivió en las calles de la ciudad varios años. Según él, esta realidad es tan difícil que muchos buscan escapes a través de drogas y otros vicios. “Necesitan una forma de abstraerse de la realidad y de la imposibilidad de romper ese círculo'', asegura Carolina.
En McPherson Square hay al menos 40 carpas y es uno de los campamentos de personas sin techo más grandes de Washington. Edificios de oficinas rodean el espacio público.
En McPherson Square hay al menos 40 carpas y es uno de los campamentos de personas sin techo más grandes de Washington. Edificios de oficinas rodean el espacio público. © Cristóbal Vásquez / France 24
Andre Hunter, otra persona en situación de calle, cuenta desde un Starbucks que durante 11 años, él y su novia se despertaban a las cinco de la mañana para hacer domicilios de comida con aplicaciones como Doordash o UberEats para reunir suficiente dinero y pagar su habitación de hotel antes del ‘Check-Out’ diario.
“Todo esto está teniendo un efecto en mi salud mental. No puedo planear nada, no puedo pensar en un futuro con mi novia”, dijo Andre Hunter rompiendo en llanto al ver a su pareja llegar de hacer un domicilio vestida de hombre y montada en una patineta eléctrica. La noche anterior les habían robado todas sus pertenencias en la carpa donde ahora duermen y la única opción para vestirse era con ropa de segunda que ofrecía una iglesia cercana a Dupont Circle, un barrio acomodado de la ciudad.
Carlos Carolina vivió en las calles de Washington hasta hace poco. Hoy vive con su madre y los fines de semana es voluntario repartiendo comida en Union Station, la estación de trenes de la capital estadounidense, un punto de encuentro y vivienda de muchas personas sin techo.
Carlos Carolina vivió en las calles de Washington hasta hace poco. Hoy vive con su madre y los fines de semana es voluntario repartiendo comida en Union Station, la estación de trenes de la capital estadounidense, un punto de encuentro y vivienda de muchas personas sin techo. © Cristóbal Vásquez / France 24
“Mucha gente asume que ser habitante de la calle es ser perezoso, pero ellos tienen que trabajar mucho más para lograr suplir sus necesidades. Muchas veces la supervivencia se termina convirtiendo en su principal ocupación, como me pasó a mí”, cuenta Reginald Black, director de promoción de la organización Fairness Coalition que defiende los derechos de las personas sin techo y quien vivió más de una década en la calle.
Ser pobre es muy costoso
La pobreza viene con unos costos asociados muy altos y evitarlos es cada vez más difícil en Estados Unidos. Uno de los factores que más influye en el número de personas que se queda sin un techo es el elevadísimo precio de la vivienda. El alquiler de un apartamento de un cuarto en ciudades como Nueva York, San Francisco o Washington ha superado los 3.000 dólares al mes.
“El precio de vivienda es exagerado en Washington y muchas personas se están dando cuenta que no pueden pagar sus alquileres y que necesitan algunos subsidios o ayuda. Además, la privatización constante de la vivienda pública hace parte del problema”, expresa Reginald Black y agrega que recientemente se perdieron más de 60.000 viviendas públicas destinadas a los afroamericanos dada la privatización de edificios en la ciudad.
Parte del problema es la escasez de vivienda disponible y una demanda creciente dado que muchos estudiantes y profesionales regresaron a las principales ciudades después de la pandemia. El retorno a las grandes ciudades sube los precios de los alquileres.
En algunas ciudades como San Francisco, la legislación local no permite la construcción de edificios en algunas zonas residenciales de la ciudad. Esto profundiza la escasez de vivienda y dispara los precios de los apartamentos disponibles.
Reginald Black es director de promoción de People For Fairness Coalition, una organización que ayuda a sobrevivir y conseguir vivienda a las personas que están sin techo. Reginald vivió cerca de 10 años en las calles de Washington.
Reginald Black es director de promoción de People For Fairness Coalition, una organización que ayuda a sobrevivir y conseguir vivienda a las personas que están sin techo. Reginald vivió cerca de 10 años en las calles de Washington. © Cristóbal Vásquez / France 24
Por otro lado, cuando los constructores convierten casas o edificios viejos en complejos de vivienda moderna, no solo suben el alquiler, sino también los impuestos de la nueva vivienda y los inmuebles cercanos. El alza impositiva tiene un efecto dominó para los vecinos que también son obligados a pagar más impuestos por sus propiedades. En barrios de minorías latinas o afroamericanos, donde más ocurre la gentrificación, muchos terminan vendiendo sus propiedades desplazados por el mercado.
“Yo no tengo problema en que ellos (los constructores) ganen dinero, pero debe haber algún tipo de regulación para evitar que las personas resulten en la calle o tengan que vender sus casas”, afirma Reginald Black.
El fenómeno de los nuevos pobres
El 65% de los estadounidenses vive con lo justo para pagar sus gastos mensuales, es decir, no logran ahorrar nada de sus salarios. Situación que los deja muy expuestos y cualquier imprevisto de salud, una separación, la muerte de algún familiar, un incremento en el alquiler o una inflación disparada tiene graves consecuencias financieras. Como consecuencia, muchos optan por buscar otro trabajo y endeudarse.
Según la Reserva Federal, al menos 26,5 millones de personas en Estados Unidos tenían dos trabajos para el 2019. Sin embargo, la cifra puede ser mucho mayor si se cuentan los inmigrantes indocumentados y aquellos que hacen trabajos temporales. A este creciente grupo de ciudadanos, Zygmunt Bauman los llamó ‘nuevos pobres’. En Estados Unidos los llaman “working poor” porque aunque trabajen largas horas al día para poder pagar un techo y sus necesidades básicas, viven bajo pésimas condiciones que se parecen a la pobreza que tanto trabajan para escapar.
Cammy Viola, de 23 años, se graduó de ciencias políticas en Ithaca College y hoy trata de sobrevivir en Washington con dos empleos. Trabaja como diseñadora gráfica y es barista en un café de Dupont Circle. Trabaja de 8:30 a.m. a 11:30 p.m. y gana cerca de 3.000 dólares al mes. Su horario no le permite dormir ni alimentarse bien y se enferma con frecuencia teniendo que destinar 400 dólares al mes para sus gastos en medicinas. Suma no menor teniendo en cuenta que tiene que pagar 1.500 dólares de alquiler.
Cammy Viola tiene 23 años y uno de sus miedos más grandes es llegar a los 30 años y seguir teniendo que trabajar todo el día para apenas sobrevivir. Quiere tener más tiempo para escribir y crecer en su trabajo principal.
Cammy Viola tiene 23 años y uno de sus miedos más grandes es llegar a los 30 años y seguir teniendo que trabajar todo el día para apenas sobrevivir. Quiere tener más tiempo para escribir y crecer en su trabajo principal. © Cristóbal Vásquez / France 24
“En realidad, como mucho arroz con huevo frito. Como casi todos los días lo mismo. Es lo más barato y es delicioso. Pero mi salud definitivamente ha empeorado desde que me mudé a Washington”, cuenta Viola, que tiene un presupuesto semanal de 80 dólares para su comida.
Inflación récord y sueldos estancados
En los últimos 12 meses, los precios de los productos y servicios básicos en Estados Unidos crecieron 7,1% (base noviembre). La gasolina subió 65,7%, la comida 12%, los servicios 15% y el transporte público cerca del 14%.
Este aumento de precios ha significado que cada hogar estadounidense pague mensualmente 460 dólares más para vivir como lo hacía hace un año. Pero pocos logran ajustar sus bolsillos teniendo en cuenta que los salarios no han crecido al mismo ritmo que la inflación récord que vive el país.
El incremento salarial promedio en los últimos 12 meses ha sido de 4,9% para los 160 millones de estadounidenses que están en la fuerza laboral. El 48% de los trabajadores afirma que sus salarios se han mantenido sin cambios en el transcurso del año a pesar de la inflación y solo el 14% dice que sus ganancias crecieron a la par o por encima de la inflación en ese mismo período, según Lending Club Corporation.
Inflación vs. salarios entre 2021 y 2022 en Estados Unidos.
Inflación vs. salarios entre 2021 y 2022 en Estados Unidos. © Statista y U.S. Bureau of Labor Statistics
Para el Economic Policy Institute, durante las últimas cuatro décadas, Estados Unidos ha experimentado una crisis salarial a cámara lenta que la actual inflación profundiza. Desde 1979, el crecimiento del salario medio se ha desacelerado considerablemente, con las mayores caídas en el crecimiento de los salarios para la clase media y clase baja. De hecho, desde 1979 hasta el presente, el crecimiento promedio cayó al 0,7 por ciento anual. Aumentos salariales muy por debajo a los aumentos inflacionarios que hoy se registran en la economía del país.
Minorías, las más afectadas
Para el 2020, las familias afroamericanas tenían un ingreso familiar promedio anual cercano a los 41.000 dólares, mientras que las familias blancas tenían un ingreso de más de $70.000.
Sin embargo, los efectos de la inflación, los altos costos de vivienda y los salarios estancados, han tenido más efecto en las minorías afroamericanas y latinas en Estados Unidos. Así lo resaltan varios estudios, entre ellos uno del Bank of America, uno de los bancos más grandes del país.
Para Reginald Black, antes había una discriminación racial, ahora hay una “discriminación por ingreso” que afecta aun más la minoría afroamericana. “Lo que vemos ahora es una segregación vertical o de clase porque si no estás logrando cierto nivel de ingreso, vas a tener que pagar más del 50% de tu salario solo en vivienda, una situación insostenible”.
En los campamentos de la ciudad la mayoría son afroamericanos, latinos, nativos americanos y veteranos de guerra, pudo constatar Cristóbal Vásquez, corresponsal de France 24 en Washington tras visitar varios campamentos.
Minorías, desigualdad y proporción de personas sin techo.
Minorías, desigualdad y proporción de personas sin techo. © The 2022 Annual Homelessness Assessment Report (AHAR) to Congress.
Las personas que se identifican como negras constituyen el 13,6 % de la población total de EE. UU. (333 millones), pero son el 37 % de todas las personas sin techo en Estados Unidos (582.462 personas). Por otro lado, los habitantes de calle que se identificaron como hispanas aumentó un 16 por ciento entre 2020 y 2022, según el informe anual de evaluación de personas sin techo publicado por el Departamento de Vivienda y Urbanismo.
¿Dónde está el Gobierno?
Es poca o nula la asistencia que reciben los estadounidenses en salud, educación, vivienda o servicios públicos a pesar de pagar altos impuestos. Según el sociólogo Zygmunt Bauman, parte del problema es que la alianza antes mutuamente rentable entre la empresa privada y el Estado perdió vigencia por la globalización y la automatización. Hoy las empresas ya no necesitan del Estado para crear y cuidar una fuerza laboral y no ven el retorno de sus impuestos.
“Entre sus numerosas funciones, el Estado benefactor vino a cumplir un papel de fundamental importancia en la actualización y el mejoramiento de la mano de obra como mercancía: al asegurar una educación de buena calidad, un servicio de salud apropiado, viviendas dignas y una alimentación sana para los hijos de las familias pobres, brindaba a la industria capitalista un suministro constante de mano de obra calificada (algo que ninguna empresa o grupo de empresas podría haber garantizado sin ayuda externa)”, sostiene Bauman en su texto 'Consumismo, capitalismo y nuevos pobres'.
Los ingresos de las empresas dejaron de girar en torno de la producción de más bienes, por ende requieren menos mano de obra y menos empleados. “Hoy los negocios se miden por el valor de sus acciones y dividendos antes que por el volumen de su producción. La función de la mano de obra es cada vez menor en el proceso productivo mientras aumenta, al mismo tiempo, la libertad de las empresas en sus emprendimientos multinacionales”, dice Bauman.
Además, la mano de obra es cada vez más fácil de reemplazar por máquinas y/o por la tercerización del trabajo en países donde es más barato contratar empleados y ofrecen grandes beneficios tributarios a la inversión extranjera. La globalización facilita la tercerización de la mano de obra y el flujo de capitales que favorece la elusión de responsabilidades tributarias de grandes empresas como Nike, Fedex, Salesforce, y otras 50 empresas más que no pagaron impuestos a la renta en Estados Unidos en el 2020.
Queenie Featherstone, la llaman la ‘diva de la calle’ porque a pesar de quedarse sin techo por 12 años, siempre trataba de vestirse bien. Antes había trabajado en la industria textil y de la moda.
Queenie Featherstone, la llaman la ‘diva de la calle’ porque a pesar de quedarse sin techo por 12 años, siempre trataba de vestirse bien. Antes había trabajado en la industria textil y de la moda. © Cristóbal Vásquez / France 24
En consecuencia, dice Bauman, los gobiernos que insisten en mantener intacto el nivel de beneficios se ven acosados por el temor a una "catástrofe por partida doble": la multiplicación de los desempleados y el masivo éxodo de capitales que resulta en menos impuestos y fuentes de ingreso para el fisco.
El futuro les pertenece a los jóvenes
En Estados Unidos, donde se defiende enérgicamente la libertad de empresa y la innovación, “las personas no están empezando nuevos negocios porque no tienen esa seguridad económica que necesitan para poder tomar el riesgo de emprender y tampoco disponen del capital necesario para empezar”, dice Annelies Goger, doctora en economía y especialista en temas de pobreza y desigualdad para Brookings Institute.
La economista agrega que hay costos muy altos para la sociedad cuando no se le da a los ciudadanos ese fundamento básico de seguridad económica que necesitan para dar el primer paso.
Una de estas consecuencias es que la mitad de los jóvenes adultos en EE. UU. entre 18 a 29 años sigue viviendo con sus padres por los altos precios de alquiler de vivienda, revelan datos recientes de la Oficina de Censo de Estados Unidos. Jóvenes que piensan varias veces antes de casarse, formar hogar y tener hijos contribuyendo al problema demográfico de la población estadounidense que cada vez envejece más.
“Ahora estamos viendo muchas mujeres que por los altos costos de las guarderías dejan sus trabajos para quedarse en sus casas cuidando a sus niños mientras su esposo trabaja”, dice Joseph Leitmann Santa Cruz, CEO y director ejecutivo de Capital Area Asset Builders. En Estados Unidos no hay licencia de maternidad remunerada y el costo de las guarderías en algunos lugares es apenas un poco menor al salario promedio que reciben muchas. Una realidad económica, con tinte machista, que empuja a las mujeres a sacrificar su futuro profesional por quedarse en la casa.
El ‘burnout’ y la salud mental de muchas personas también está en juego. Tener dos trabajos, dormir mal, no alimentarse bien, sacar poco tiempo para descansar o construir lazos sociales incrementa la soledad que encuentra desahogo en nuevos vicios o demandas de entretenimiento cada vez más intensas o ‘detox’ permanente.
“Si no estuviera haciendo esto podría dedicarle mucho más tiempo y energía a mi otro trabajo y darle toda mi atención. Podría crecer más como diseñadora gráfica y escritora, enfocarme en lo que hago porque ahora voy en muchas direcciones y es difícil concentrarme”, dice Cammy Viola, desde el café donde trabaja durante las noches.
Ruth Portillo tiene 60 años y vive con sus dos hijas adultas en Washington. Tiene dos trabajos para poder mantener su hogar y dice que a pesar del cansancio y las enfermedades derivadas del estrés por pagar las cuentas, tendrá que mantener uno de los trabajos cuando se jubile.
Ruth Portillo tiene 60 años y vive con sus dos hijas adultas en Washington. Tiene dos trabajos para poder mantener su hogar y dice que a pesar del cansancio y las enfermedades derivadas del estrés por pagar las cuentas, tendrá que mantener uno de los trabajos cuando se jubile. © Cristóbal Vásquez / France 24
No es muy alentador para la sociedad de un país que lucha por mantener su posición hegemónica en el mundo que el futuro de muchos jóvenes como Cammy se aplace cada vez más por las obligaciones del día a día. Y que para los adultos mayores como Ruth Portillo, salvadoreña y madre cabeza de familia, no haya vejez tranquila porque tendrá que trabajar hasta su último día para asegurarse un techo y comida.
Algunos analistas se arriesgan a decir que se trata de una esclavitud moderna, porque se trabaja de sol a sol únicamente para sobrevivir y para los que no trabajan: el abandono social y económico.
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