Se enamoraron mientras daban forma a una serie de charlas que cruzan filosofía y periodismo.
Título: “La comida ha muerto”. Anuncian allí una serie de catástrofes cotidianas, dicen, con la intención de conmover y mover a sus oyentes. Y lo logran. Cuál es el efecto de esta pareja que le habla a una época desde la incomodidad: Nietzsche, supermercados, pandemia, tecnología, la oportunidad que perdimos y lo que, parece, nos puede llegar a salvar del apocalipsis.
Él lleva una sonrisa clara y una remera negra que proclama “Victoria o muerte”. La remera de ella es rosa y tiene la silueta de una chica arrojando una bomba molotov. Hace apenas unos días los vi sentados en un imponente escenario propio de un recital de rock, rodeados de 630 personas que pagaron mil pesos para escucharlos, en un silencio de misa, hablar durante dos horas y media.
Anunciaron así tres noticias inminentes: nos vamos a morir, el planeta colapsa y la estamos pasando horrible.
Ahora, cuando Soledad acurruca sus largas piernas en el sillón y Darío me enfoca con sus ojos color león, la primera pregunta se impone como una plegaria que busca aquel “sol matinal que se asoma entre oscuras montañas” del que hablaba Zaratustra, en pleno desosiego del ocaso del 1800.
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