16 octubre 2022

Reflexiones de un educador

Por: Análisis Crítico

Soy un viejo profesor de matemáticas de educación básica, de nivel secundaria. Ingresé al servicio educativo en el año de 1979, bajo el amparo de los planes educativos emanados de los acuerdos de Chetumal, una época en que la educación media básica (secundaria) se concebía como dirigida a formar integralmente a los estudiantes y prepararlos para su participación positiva en la transformación de la sociedad, desenvolviendo su actividad crítica y creadora. Era un tiempo en que se ofrecía una formación humanística y científica, así como artística; objetivos que eran realmente motivadores en mi persona y me obligaban a tener un mayor compromiso educativo, buscando desarrollar la actitud científica y critica en mis alumnos con el fin de alcanzar la transformación de la sociedad que ellos pedían.

La matemática se prestaba genialmente a estos propósitos. En primer grado la primera unidad tenía por nombre «Lógica y conjuntos», y entre otras cosas los alumnos debían aprender a identificar la verdad o falsedad de algunas proposiciones. En el ámbito de la lógica formal, yo involucraba proposiciones matemáticas y al mismo tiempo proposiciones del ámbito social, con las cuales los alumnos entraban en debate acerca de su realidad. Todo el desarrollo de las operaciones matemáticas estaba en función de las definiciones de conjuntos y la lógica. El pensamiento analítico fluía.

En segundo año nos dedicábamos a la enseñanza del álgebra. Aquí no se trataba simplemente de desarrollar los artificios matemáticos, sino de lograr que los alumnos aplicaran la deducción en la solución de una ecuación, al mismo tiempo que desarrollaban la inducción y la abstracción con el fin de enfrentarse a los problemas de la vida diaria.

El tercer grado era lo máximo, pues la enseñanza de la geometría euclidiana enseñaba a los alumnos el proceso de razonamiento (deducción lógica), para así lograr la demostración de teoremas geométricos. En tercer grado también se enseñaba lógica matemática y teoría de conjuntos. Con los tintes básicos del álgebra booleana determinábamos los valores de verdad, incluyendo las cinco proposiciones básicas: negación, disyunción, conjunción, condicional y bicondicional. En algún momento me enteré de que este tipo de enseñanza matemática había sido prohibida en algunos países del cono sur de América, la razón: eran subversivas. En mi consciencia y mi memoria, ésta fue la primera agresión del neoliberalismo a la enseñanza.

Pero para la década de los 90 este panorama cambiaría drásticamente también en México, gracias a la modificación completa de los propósitos de la educación secundaria, mismos que pretendían girar ahora en torno al «fomento de las habilidades y competencias para la productividad y la competitividad», todo ello en pleno auge de la economía neoliberal en México. ¡Vaya fiasco! Ante esta nueva situación la frustración de muchos docentes se dejó sentir a través de asambleas y foros, llenos de muestras de rechazo a los nuevos conceptos. ¿Dónde había quedado aquel perfil de un alumno crítico, humanista y científico? Había desaparecido, dando paso ahora a la consigna que era, y sigue siendo, introducir al alumno al ambiente productivo; y sin embargo, la cereza en el pastel de este nuevo panorama, el culmen de este proceso desintegrador aún estaba por venir bajo la forma de los repetidos ataques al magisterio y la búsqueda por remplazar a los maestros, lo cual constituyó una auténtica y despiada agresión hacia nosotros basada en la promoción de un rechazo social fundado en el vituperio y en la calumnia.

Como parte de este proceso, en el 2008 se estableció la Alianza por la Calidad Educativa y con ella la evaluación universal de maestros y maestras, en complicidad con el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación. Más adelante, en 2013, se iniciaron los exámenes de selección y promoción de maestras y maestros. Fue en este periodo que se dio a conocer una película financiada por la iniciativa privada y el periodista Carlos Loret de Mola: «De panzazo», en la cual se buscaba exhibir las carencias de las escuelas y la docencia en México, pero que sobre todo pretendía aumentar el desprestigio magisterial al insinuar que la culpa del fracaso de la educación en México era exclusivamente de sus docentes. Se trataba del recrudecimiento del clima de desprestigio hacia los maestros, mismo que ocultaba el deseo del neoliberalismo salvaje de privatizar la educación en nuestro país.

En este contexto, docentes de todos los estados de la Republica fuimos obligados a realizar un examen de permanencia en el servicio con el cual fuimos severamente calificados y juzgados por la Alianza por la Calidad Educativa, por la televisión, la radio y en último término, por la sociedad. Fue así, de esta manera, que se promovió la reforma al artículo tercero constitucional, gracias a la cual quedaba permitida la aplicación de exámenes estandarizados, es decir, la aplicación de un mismo examen en toda la república mexicana, sin importar que las condiciones geográficas y económicas del país fueran obviamente distintas. Ya iniciado esto, fue con la reforma educativa del gobierno de Peña Nieto que se cerró el círculo, pues dicha reforma de educativa realmente tuvo nada, sino que consistió realmente en la amenaza casi explícita de salir del servicio educativo si se reprobaba un examen que no contemplaba las necesidades sociales y educativas específicas, mucho menos la situación y el origen de los docentes.

Hay infinidad de testimonios de docentes que entraron en depresión y angustia por temor a perder el empleo. No tuvimos tregua. Muchos salieron despedidos y otros fueron obligados a aceptar su jubilación. Así de miserable es la política del neoliberalismo.


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