El Artículo 5, que estipula que un ataque contra uno de los miembros de la Alianza se considera contra todos los aliados, no es aplicable a Ucrania, dio a entender el secretario general.
Jens Stoltenberg en la sede de la OTAN, Bruselas, 13 de octubre de 2022.Olivier Matthys / AP
En el caso de un conflicto armado que involucre a uno de los países miembros de la OTAN, se activa el Artículo 5, que estipula los principios y las garantías de la seguridad colectiva de todos los integrantes del bloque militar, pero Ucrania, si bien es un "socio cercano", no puede aspirar a esas garantías por no formar parte de la Alianza Atlántica, expresó Jens Stoltenberg.
"Cuando se trata de Ucrania, la OTAN no es parte en el conflicto, pero apoyamos a Ucrania en su autodefensa. Ucrania es un socio cercano, llevamos muchos años apoyando a Ucrania", declaró el secretario general de la OTAN este jueves en rueda de prensa en Bruselas, recordando que le brindan asistencia militar a Kiev desde 2014.
No obstante, toda la ayuda militar de la Alianza, que pretende reforzar las capacidades defensivas de Ucrania y la promesa de seguir apoyando a Kiev "durante el tiempo que sea necesario", no está relacionada con el Artículo 5, dio a entender Stoltenberg.
El principio consagrado en el Artículo 5 de la OTAN estipula que un ataque contra uno de los miembros de la Alianza se considera un ataque contra todos los aliados:
"Las partes convienen en que un ataque armado contra una o contra varias de ellas, acaecido en Europa o en América del Norte, se considerará como un ataque dirigido contra todas ellas y, en consecuencia, acuerdan que si tal ataque se produce, cada una de ellas, en ejercicio del derecho de legítima defensa individual o colectiva, reconocido por el Artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas, asistirá a la parte o partes atacadas, adoptando seguidamente, individualmente y de acuerdo con las otras partes, las medidas que juzguen necesarias, incluso el empleo de la fuerza armada para restablecer y mantener la seguridad en la región del Atlántico Norte".
Anteriormente el ministro de Defensa de Ucrania, Alexéi Réznikov afirmó que su país ya es un miembro "de facto" de la OTAN.
"Hemos recorrido un largo camino y nos hemos unido de facto a la Alianza", escribió en Twitter Réznikov, agradeciendo al secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, por su "apoyo" en el conflicto con Rusia.
Paralelamente, aseveró que Kiev "está haciendo importantes contribuciones a la seguridad del mundo libre". "Estoy seguro de que nuestra victoria y reformas exitosas abrirán nuevos horizontes para Ucrania", agregó.
A finales de septiembre, el presidente ucraniano, Vladímir Zelenski, anunció la firma de la solicitud para la adhesión acelerada de su país a la OTAN. El procedimiento formal pretende responder a la importancia de "proteger" a toda la comunidad, señaló el mandatario.
Ante ello, Stoltenberg recordó que la decisión sobre la membresía debe ser adoptada por los 30 países miembros, pero aseguró que el bloque militar seguirá apoyando a Kiev en su lucha contra las fuerzas rusas cuanto tiempo sea necesario. "Apoyamos el derecho de Ucrania a elegir su propia senda, a decidir en qué acuerdos de seguridad quiere participar", dijo.
El derrumbe de la Unión Soviética en 1991 dio origen a algunos de los conflictos armados que vive el mundo en el presente. Además de la guerra en Ucrania ¿cuáles otros puntos calientes dejó la caída de la URSS? @lauragrb nos lo cuenta en este video. https://t.co/yl29wMdCVopic.twitter.com/WV5UeCnR9I
Joe Biden, confundió durante un discurso la manera en la que murió su hijo Beau. El mandatario afirmó que su hijo "perdió la vida en Irak", cuando en realidad falleció de cáncer cerebral en 2015. pic.twitter.com/8i2loA8f7p
Este jueves, el presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro, conmemora la siembra de Porfirio Torres.
«Hace un año cambió de paisaje un venezolano extraordinario, un gigante de la radiodifusión en nuestro país, el maestro Porfirio Torres, la inolvidable voz de Nuestro Insólito Universo», así lo destacó el Jefe de Estado a través de sus redes sociales.
Torres nació el 21 de septiembre de 1940, en San Juan de Los Morros, estado Guárico. Comenzó su carrera en la locución a los 20 años de edad, cuando participó en el programa, El Tío De Los Jiraharas, en Radio Tropical.
Fue locutor de varios programas, entre los que destaca Nuestro Insólito Universo y mereció disímiles galardones, como el que otorga el Colegio Nacional de Periodistas (CNP), y el premio Premio Aquiles Nazoa.
Les comparto la historia de Yuraima Ruiz. Una mujer que logró sobrevivir en #Tejerias junto con sus cuatro perros. “El agua me llegó hasta el cuello” cuenta Yuraima quien asegura que en el momento más oscuro la fe la mantuvo viva. Aquí su testimonio pic.twitter.com/Oc7MoQqVGu
El número de migrantes y refugiados que caminan por la selva que se encuentra en la frontera entre Panamá y Colombia se ha multiplicado.
El autor hizo el trayecto por uno de los lugares más peligrosos del mundo y reconstruye su testimonio del recorrido a quienes planean aventurarse por la región.
Recibí muy temprano una llamada de Juan (*), un venezolano que me quería contar su historia. Fui enseguida a juntarme con él en el parque principal de la ciudad de Puyo en la Amazonía de Ecuador. Lo encontré abatido al igual que a su esposa. “Los muchachos no lo lograron” repetía, mientras sus dos hijas y una sobrina permanecían calladas mirando el suelo. Mientras iba a encontrarme con ellos, habían recibido una confirmación telefónica de que su sobrino no había logrado cruzar la selva del Darién y que dos de los amigos que le acompañaban también estaban desaparecidos. Habían iniciado el paso en agosto de 2022, fui a escuchar su historia. Lo hice, pero también la experiencia que tuve cuando atravesé esa misma ruta. Fue hace tres años, antes de que estallara la pandemia global de Covid 19. Para entonces aún venezolanas y venezolanos no eran la mayoría de los miles que inician allí su camino clandestino rumbo a Estados Unidos.
Acompañé en esa travesía a migrantes de tres continentes. Nunca escribí lo que viví, pero decidí reconstruir mi experiencia de seis días y seis noches para compartirla, de primera mano, y explicar cómo es en realidad atravesar esa selva. En los días que estuve allí fui amenazado de muerte y acosado por traficantes de personas y grupos armados que dominan partes específicas del trayecto. Estuve secuestrado 19 horas en las que sentí que mi vida había dejado de pertenecerme. Vi el cadáver de un desconocido en la selva y también a personas enfermas, extraviadas y desorientadas que habían sido abandonadas a su suerte. Cuando terminé el recorrido, había sido despojado de prácticamente de todas mis pertenencias.
La inhóspita selva, ubicada en la frontera entre Colombia y Panamá, es como una suerte de Torre de Babel donde confluyen personas de más de 50 países y diversas lenguas. No van con la voluntad de alcanzar el cielo, como en la historia bíblica, sino el sueño americano, en un viacrucis entre la esperanza y la desesperación a través de una naturaleza exuberante cada vez más amenazada por la creciente contaminación.
El paso de migrantes por esta selva se disparó en la última década. Hace 12 años, en 2010, apenas se registraron 559 refugiados y migrantes que la atravesaron. Fueron 30 mil en 2016 y en 2021 la cifra llegó 133 mil. Según Médicos sin Fronteras, organización no gubernamental de carácter global, el año pasado cruzaron el Darién tantas personas como las que lo habían hecho en los 11 años precedentes. Un récord que, entre otras razones, se atribuye a las secuelas económicas de la pandemia y al efecto del cambio climático. La proyección para 2022 es incluso mayor: entre enero y julio de este año, ya habían cruzado más de 71 mil personas, según Migración Panamá.
Venezolanas y venezolanos, incluidas mujeres, niñas y niños, ocupan en el presente el primer lugar entre los que cruzan. De acuerdo con los datos oficiales han sido más de 44 mil en lo que va de año y han superado a personas de Haití y Cuba. Venezuela, sumida en una emergencia humanitaria, ha expulsado a 6,8 millones de personas según datos de Naciones Unidas. Buena parte se dispersó por América Latina, pero progresivamente los países de la región comenzaron a exigir visados que han tenido el efecto de incrementar la movilidad clandestina.
Quienes fueron al sur al principio ahora ponen sus esperanzas de otra vida en el norte. Van empujados también por la noticia de que Estados Unidos extendió el Programa de Protección Temporal (TPS) hasta marzo de 2024. Sus planes son aprovechados por mafias que obtienen millonarias ganancias. Un informe de Interpol y la Policía Nacional de Colombia de 2019 señaló que el negocio del tráfico de migrantes a través del Darién facturaba semanalmente entonces cerca de un millón de dólares, alrededor de 52 millones de dólares anuales. De acuerdo con el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia UNICEF los riegos del tráfico de personas son menores para las mafias que los relacionados con el tráfico de drogas y armas, de allí el atractivo que les representa.
La aflicción humana contrasta con la maravilla natural que constituye el paso. En 2014 el Parque Nacional del Darién, fue declarado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, Ciencia y la Cultura (UNESCO) como Patrimonio Mundial de la Humanidad y Reserva de la Biósfera del Mundo. En conjunto con el parque nacional Katíos de Colombia, constituye un fastuoso bioma, que alberga desbordante diversidad, ecosistemas y pueblos originarios ahora también en riesgo.
Todo eso lo vi en mi camino. En el grupo con el que hice el paso había personas migrantes de África y Haití, además, estaban cinco personas de Venezuela, un presagio de la explosión que ocurriría después. Sin oportunidades de comunicación ni de abastecimiento de agua, comida o medicinas, emprendimos el viaje expuestos a las amenazas ambientales, producto de las especies salvajes que tienen hábitat en el lugar; y a las peores de todas, las humanas, dados los grupos criminales que se han convertido en señores de la selva.
Capurganá fue el inicio
Salimos de ciudad colombiana de Turbo, ubicada en el departamento de Antioquia. Tomé una lancha junto con otras 50 personas. El trayecto duró tres horas. Contemplábamos en el camino playas paradisíacas y aguas cristalinas. Antes del mediodía llegamos a Capurganá, una localidad turística de hermosos paisajes que es un avispero de migrantes y de traficantes de personas que se presentan como guías. El lugar, se convulsiona diariamente cada vez que llega una embarcación al puerto. Apenas empezamos a descender fuimos abordados por lugareños que insistían en llevarnos hasta Panamá sin permitirnos que nos dispersemos.
Mapa elaborado por el autor.
Fui a buscar dónde sellar mi pasaporte, pero cuando regresé encontré que mis acompañantes habían desaparecido. Los busqué y los encontré en una casa a unos 5 minutos del puerto. Una señora se afanaba en preparar alimentos para ofrecer a los recién llegados. El hombre de la casa y sus sobrinos querían apresuradamente cerrar un acuerdo: exigían 250 dólares por persona para el camino.
Me mantenía atento a las negociaciones. Estuvieron estancadas hasta que los guías, con acento paisa, dieron un grito. “No vamos hacer la vuelta a nadie por menos de 150 dólares”. Luego, en tono amenazante, añadieron una frase que marcó un cambio y un cierre en la conversación: “Pongan rápido esa platica (dinero). Ustedes no pueden ir por aquí solos y peor andar acá sin nuestro permiso”.
Decidí acompañar al grupo en ese momento porque pensé que había una buena historia y sentí que no había peligro. Una vez que recogieron el dinero recaudado nos hicieron salir enseguida. Nos señalaron una despensa donde debíamos buscar rápidamente alimentos para tres días. Era mitad de la tarde y logré advertir un anuncio. La puerta al infierno era hermosa y se presentaba ante nuestros ojos con un cartel de bienvenida a un sendero ecoturístico, bien cuidado, mantenido y limpio. Allí había cargadores de equipaje que revoloteaban y se disputaban nuestro favor. Ofrecían llevar las maletas por 20 o 30 dólares y también ayudarnos a trasladar infantes por 70 dólares. Nadie sabía que sus servicios tenían que ser renovados por tramos de una hasta tres horas.
Un muchacho apodado Junior dirigía el grupo de tres guías, quienes portaban chalecos azules y carnets numerados y plastificados. Afortunadamente era verano y casi no llovía. Luego de unas horas caminando dejamos atrás al parque y comenzamos a enfrentarnos a la dureza de la selva. La noche llegó y quienes antes no querían el servicio de cargadores ahora sí recurren al servicio para sus pesados equipajes, pues remontábamos una cuesta.
El ascenso parecía interminable y la oscuridad dominaba el trayecto: no llevaba conmigo una linterna. Un calambre en el pie derecho me sorprendió, pero rápidamente tuve que reponerme para continuar. Paramos a medianoche para descansar. Un grupo de nigerianos que venían conmigo hizo un ritual cristiano con hermosas melodías coreadas por mujeres. No sé si el cansancio o la dulzura de sus voces me hicieron caer dormido pese a la sensación de que no había vuelta a atrás y que estábamos en manos de las mafias.
El tráfico de personas entre América Latina y Estados Unidos es un negocio ilegal y violatorio de derechos humanos que genera ganancias por 31 mil 600 millones de dólares, según la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC). Las mujeres y niñas son las más afectadas por este delito que vulnera la dignidad de millones de personas. Los traficantes con engaños, amenazas, uso de la fuerza y otras formas de coacción someten a sus víctimas. Permanentemente nuestros guías nos dibujaban un panorama en el que se presentaban como ángeles guardianes en un lugar donde no sobreviviríamos sin ellos. Cuando dicen que el Darién es un infierno pienso en esa primera noche. Lo que lo hace tal no es el entorno selvático en sí mismo sino la aterradora presencia del crimen organizado.
Al despertar retomamos la caminata. El suelo fangoso, el calor y la humedad nos hizo presa fácil del cansancio. Además, ya los cargadores no nos acompañaban. Rápidamente todo lo que llevábamos se hizo pesado y con mucho pesar me fui desprendiendo de piezas de ropa y otras cosas innecesarias. En medio de la selva pude ver tiradas tiendas, prendas de vestir, desperdicios de alimentos, latas, plásticos, empaques, papeles, botellas y baterías de linternas. Estos desperdicios no solo señalan el camino sombrío por donde recorrieron otros migrantes, sino también muestran un gran tema olvidado: el grave problema de la contaminación que afecta a la selva y a los pueblos originarios.
Los pueblos autóctonos de este territorio están compuestos por Kunas, Emberá y Wounaan. La densidad de la población es de tres habitantes por kilómetro cuadrado. Ellos han custodiado una marcada diversidad biótica gracias a una relación armónica con la madre tierra. Son los mejores guardianes y por eso también contribuyen a mitigación del cambio climático.
Los madereros y los palmaceiteros se encuentran entre los principales involucrados en los daños ambientales al Darién. Poco se habla de la estela de contaminación generada por migrantes y tratantes de personas, en especial en las fuentes de agua que sirve de sustento y a las poblaciones ribereñas que dependen de los ríos y de la pesca que se puede obtener de ellos.
Mientras caminaba se me acabó el agua y al igual que otros compañeros caminantes nos moríamos de sed. El problema de la contaminación retumbaba en mi cabeza y tenía mucho miedo de beber directamente de los ríos, pero no había remedio: era cuestión de supervivencia. El agua que tomé directamente no estaba tan mal y me calmó la sed. Todos en algún momento terminan bebiendo de los ríos.
Ese segundo día mantuvimos una consigna que se dejó escuchar no más al iniciar la caminata: “Nadie deja atrás a nadie”. Procuramos mantenernos juntos y paramos no muy avanzada la noche. Acampamos cerca de un río. Nos dio tiempo para hacer una gran fogata y conocernos. Nos fuimos identificando y supimos que además de las 5 personas de Venezuela había 28 de Nigeria, 22 de Haití, 5 de Eritrea, 1 de Guinea, 1 República Dominicana y 1 de Ecuador. Ese era yo. Un desconocido con una valija nos acompañaba, pero no quería contacto con ninguno. Había una docena de niños haitianos y aproximadamente 20 mujeres.
Infografía elaborada por el autor
Sumario: Un creciente número de mujeres y niños atraviesan la selva del Darién. Estos son los datos de enero a julio de 2022
71.012 personas en total
52.922 hombres
18.090 mujeres
60.576 adultos
10.436 menores de edad
Fuente: Migración Panamá.
En medio de la fogata conocemos mejor a Jean Marie, un haitiano delgado, que vivió en Venezuela 10 años y habla muy buen español. También dejamos que Ramón, el dominicano, nos haga reír con inesperadas ocurrencias a los hispanohablantes. Fue una pausa en la que cada quien contó las motivaciones por las que emprendía esa difícil travesía. Al calor del fuego y de una noche pudimos relajarnos brevemente.
Repentinamente antes de dormir Junior me llamó aparte. Me hizo saber que Moisés, su tío y el guía que contraté, regresó a Capurganá y había dejado para mí su linterna. Antes de entregármela me hizo una advertencia: “No creo que usted sea migrante. Si vino por acá a pasarnos visaje, téngase cuidado o lo viramos” No entendí qué era “pasar visaje” pero comprendí perfectamente lo último. Casi no pude dormir con semejante amenaza de muerte.
El engaño y el secuestro
Al tercer día creímos que habíamos llegado al destino, pero no fue así: fuimos entregados por los guías a otro grupo que nos mantuvo secuestrados durante 19 horas en un campamento improvisado en medio de la selva.
Habíamos comenzado a caminar apenas amaneció sin tener conciencia de que seríamos engañados. Sorteamos caminos muy anegados que serpentean en la selva convencidos de que estábamos arribando a la última parte del viaje.
Llegamos al lecho de un río y allí Junior nos habló: “Llegamos. Vamos a descansar un momento”. Estábamos muy alegres. Los niños del grupo disfrutaban jugando en el río inocentemente. Algunos, contagiados por la felicidad infantil, aprovechamos también para bañarnos en el agua, relajarnos y quitar el barro de nuestra ropa y de nuestros cuerpos.
Los tres guías conversaron por algunos minutos con un hombre afrodescendiente. Después, Junior nos reunió y nos explicó que ya estábamos del lado panameño y que ellos ya no podían continuar. Nos aseguró que Carlitos –el hombre con quien había estado conversando– sería quien nos guiaría a partir de ese punto.
Nadie sabía que Carlitos nos llevaría hasta un lugar donde nos esperaban dos cómplices: “El Curry” y “El Mocho”, quien llevaba una escopeta. Se aseguraron de hacernos saber que ellos eran la autoridad. Fuimos despojados de machetes, cuchillos y nos sacaron del camino hasta un campamento improvisado. Las venezolanas lloraban angustiadas, los niños no entendían qué estaba pasando y se aferraban a sus padres y madres. Estábamos en shock. Sobrecogido por lo sucedido me cuestioné. ¿Qué hago aquí?
Nadie podía alejarse del campamento. Se había desvanecido de manera cruel la expectativa de llegar en tres días. Entendimos que fuimos engañados y sentimos aturdimiento no solo por eso: advertimos que los chicos de Eritrea ya no estaban con nosotros, escuchamos de una montaña de la muerte que obligatoriamente debíamos cruzar y que faltarían alrededor de tres días más para llegar a Bajo Chiquito el primer enclave del lado panameño.
Un disparo del Mocho en medio del secuestro nos aterrorizó. Dimos un grito tétrico que acompañó como eco el estruendo del proyectil que pasó cerca de la cabeza de Ramón el dominicano. Una acalorada discusión entre Carlitos y el Mocho terminó con el disparo. Las “chamas” venezolanas angustiadas permanecían ahora en silencio. Las madres y padres abrazaban a sus hijos e hijas sabiendo que no era el mejor lugar para estar.
Recuerdo las imágenes de esos abrazos cuando reviso estadísticas del presente que muestran el crecimiento del número de menores que viajan solos por el Darién. Solamente en mayo de 2022 hubo 210 niños y niñas que atravesaron la selva del Darién sin compañía de adultos, según la Defensoría del Pueblo de Colombia. El dato corresponde a los que salieron desde la población de Necoclí, uno de los puntos principales de acceso a la selva. La institución advirtió que los viajes de infantes no acompañados elevan sensiblemente el riesgo de que sean víctimas de reclutamiento forzado, abuso sexual y trata de personas.
Después de que el disparo nos aterrorizó, fuimos informados de que todos debíamos pagar un peaje de 30 dólares por persona para continuar. Empezaron las negociaciones por grupos según la nacionalidad y yo me sumé al de los nigerianos. Se hizo de noche. Después de un largo regateo se fijó el pago por la mitad del monto. Había una lluvia moderada y como pude me coloqué debajo de un plástico grande junto a unas 10 personas. No pude dormir. Fueron 19 horas interminables de secuestro que finalizaron con el pago del peaje y el alba.
La gran montaña de la muerte o del diablo
Un emisario de los secuestradores nos llevó temprano hasta el río donde nos mostró el camino por donde continuar. La caravana humana se extendía en unos 100 metros, plegándose como acordeón según los obstáculos naturales. A partir de ahí hicimos el ascenso por instinto ya sin guía y siguiendo las huellas que dejaron atrás otros migrantes. La montaña se impuso y provocó que el grupo grande se resquebraje: ya no se escuchó la consigna de no dejar atrás a nadie. Se fueron configurando grupos pequeños y cada uno siguió a su ritmo.
La cuesta estaba totalmente anegada y parecía tener vida propia. En cada paso el barro se aferraba fuertemente a nuestros pies, como si no quisiera dejarnos salir de esa selva. Ese esfuerzo adicional hacía que muchas personas tarden demasiado en superar esa montaña. Pocos alcanzamos la cima. Luego de hacerlo empezamos un descenso también peligroso en el que las ramas la y vegetación lastimaban nuestras manos, brazos y rostro. Fue necesario en esta montaña contar con un bastón de madera firme para apoyarse principalmente cuando hundías los pies en el barro.
El descenso terminó a mitad de la tarde y el río al final del declive nos dio la oportunidad de descansar y beber agua. Poco a poco vimos llegar a los rezagados con gruesas gotas de sudor en su rostro. Las mujeres eran recibidas con aplausos. No lograban llegar las familias con niños, personas mayores y con sobrepeso. Supimos que tuvieron que regresar. Ramón, el dominicano a quien esperamos cerca de entrada la noche, tampoco logró completar el camino.
Cuando retomamos la marcha nos sorprendió un joven de alrededor de 20 años de edad que dijo ser de Bangladesh. Salió inesperadamente de entre la vegetación. Afirmó que estaba perdido desde hacía cuatro días. Lo vimos deambular desorientado, mojado y hambriento por la selva. Apenas comió algo de lo que le ofrecimos. Lo quisimos llevar con nosotros, pero vimos que no iba poder caminar más. Por eso regresamos hasta donde había una familia indígena pescando en el río y le encargamos que cuidaran al chico hasta que se recuperara un poco para poder seguir en alguna dirección.
En la noche nos juntamos en la fogata para abrigarnos. Un amigo venezolano nos contó de una tragedia que había sucedido semanas atrás cuando decenas de migrantes cubanos fueron sorprendidos por el desbordamiento del río y muchos perecieron. Son historias semejantes a las que se ven reflejadas en los medios de comunicación. Dos de ellas las recuerdo: el 23 de abril de 2019 fallecieron alrededor de 50 migrantes por un desbordamiento; y el 6 de julio de 2022 se reportó que 76 venezolanos se presumían desaparecidos porque después de 12 días no habían salido de la selva ni habían tenido contacto alguno con sus familias.
El Tapón de Darién es hostil e impenetrable. Su difícil geografía provocó un conflicto entre naturaleza y desarrollo que impidió que 130 kilómetros de vía se construyan para completar la carretera Panamericana que va desde Alaska hasta la Patagonia. Panamá y Colombia nunca se pusieron de acuerdo para la construcción de este trayecto. Ese carácter de impenetrable ha sido propicio para el uso de la región en el tráfico de drogas, que incluso ha arrastrado a pueblos originarios a modos de vida que les eran ajenos.
Después de escuchar la historia de los cubanos arrastrados por la corriente, nos alejamos del río para montar una tienda que Jean Marie tuvo la precaución de recoger ese día en el camino. Casi es medianoche y hay monotonía de lluvia. Una mujer nigeriana estaba bajo la lluvia y se congelaba de frío. Jean Marie le permitió entrar para que pudiera guarecerse.
El horror de la muerte y el poder de la oración
Muy temprano empezamos el recorrido en este quinto día. Tuvimos que sortear rocas afiladas y resbaladizas. Los ríos zigzagueaban cada vez con más caudales y debimos cruzar uno de ellos más de una vez. Entre nosotros había personas que no sabían nadar y las ayudábamos haciendo cadenas humanas para que pasen de una orilla a la otra. Dos cosas se convirtieron en grandes preocupaciones: la comida casi se había terminado y la mayoría tenía los pies no solo cansados, sino llenos de ampollas.
A media mañana encontramos un hombre fallecido. La mitad del cuerpo salía de su pequeña tienda. El olor era muy penetrante. No había manera de rodearlo, así que debimos pasar por su costado. Habíamos lidiado con todo, pero esto era demasiado. ¿Qué le pudo haber pasado? ¿Qué más nos podía esperar? Las preguntas nos martillaban y eran un peso más en la ruta, aunque seguimos caminando sin hablar del tema para no perder tiempo.
A medio día hicimos un receso. Los nigerianos compartieron galletas caseras con todos. Las recuerdo muy bien: estaban crujientes, frescas y bien conservadas. Después de regocijarme con ellas, busqué una sombra, tumbé mi espalda sobre una roca inclinada e hice una oración por el hombre aquel y también por mí mismo.
Me había quedado profundamente dormido, no sé cuánto tiempo estuve ahí. El grupo había empezado a caminar y fue Jean Marie quien regresó a buscarme apenas se dio cuenta que yo no estaba. Al verme él pensó que algo malo pasó conmigo por la manera como me encontró. Insistió varias veces llamándome hasta que logré despertarme. Se alivió cuando reaccioné. Aceleramos el paso para juntarnos con el resto.
Ya muy tarde, después de caminar a merced de la selva, encontramos cerca de la orilla de un río a un hombre mayor recostado en la arena. Permanecía bajo la lluvia desorientado y temblando. Tenía unos 65 o 70 años de edad. La comunicación con él era difícil, pero entendí que era de Sri Lanka y que tenía hambre. Le ofrecimos galletas, pero no las pudo comer y sus manos no paraban de temblar. Muchos pasaron de largo indiferentes, solo uno de los nigerianos y yo lo asistimos para que siguiera con nosotros. También oramos por él.
La deshidratación, la diarrea y otros problemas gastrointestinales, dengue, paludismo, chikungunya, lesiones cutáneas, pies ampollados y traumatismos por golpes y caídas se encuentran entre las principales patologías que desarrollan los caminantes de la selva. Personal de Médicos sin Fronteras en Bajo Chiquito hizo 30.000 consultas médicas en 2021: alrededor de 10.000 pacientes eran niños, niñas y adolescentes y también hubo 1.000 de mujeres embarazadas. Más de 3.475 también recibieron atención ensalud mental en sesiones grupales, que resultan indispensables después de las experiencias traumáticas vividas en la selva. En el presente la organización hace 200 consultas diarias los siete días de la semana: los galenos están preocupados por la desbordante demanda.
Descansábamos cuando nos pillaron tres delincuentes armados con fusiles y con rostros cubiertos con pasamontañas. Exigían una cuota económica. Casi todos asustados ofrecimos lo que podíamos: 10, 20 30 dólares. Se mostraron conformes y nos dijeron que podíamos permanecer en ese lugar e irnos al día siguiente.
Éramos alrededor de 45 personas. Armamos la tienda antes de hacer la fogata. Mientras unos recogían leña y la encendían, cargamos al hombre de Sri Lanka para que estuviera cerca del fuego. Le conseguimos algo de ropa seca. Repasaba mentalmente que no habían llegado hasta aquí ni los niños ni sus padres, ni Ramón el dominicano, ni los cinco chicos de Eritrea ni el desconocido que nos había seguido con la pesada valija cuyo contenido ignorábamos.
Jean Marie antes de dormir dentro de la tienda desperdigó todo su equipaje y de entre su ropa salió comida que tenía muy bien guardada. El pan y las salchichas enlatadas fueron un manjar exquisito para celebrar un día más de supervivencia.
La violencia nos sorprende de nuevo
Apenas unos minutos después de emprender la marcha muy temprano fuimos sorprendidos nuevamente por los mismos delincuentes de la noche anterior. Esta vez eran cinco hombres bien armados y con pasamontañas. Nos dieron una orden: – ¡Dejen ahí en el centro sus mochilas y aléjense hacia atrás!
A punta de fusiles de asalto nos obligan a separarnos en dos grupos de hombres y mujeres. Los primeros fuimos revisados ahí mismo minuciosamente. A las mujeres, en cambio, se las llevaron por un sendero al interior de la selva. Mientras un delincuente nos apuntaba con su fusil, el otro se aseguraba de buscar dinero y objetos de valor: teléfonos, cámaras, computadoras, joyas se quedaron con ellos. Mi computador portátil y mi cámara de video también. No entendí por qué mi iPhone no lo quisieron y me lo devolvieron.
Luego de interminables minutos las mujeres regresaron. De alguna manera supusimos lo que había pasado. Una sensación de impotencia y rabia se apodera de todos, más aún dentro del círculo familiar y de amigos de ellas. La chama venezolana embarazada regresa y se junta con su pareja. Se abrazan fuertemente y no han parado de llorar. Sus tres paisanas tampoco pueden contener el llanto. La exposición a violencia sexual ha quedado retratada en datos de Médicos sin Fronteras. Desde abril de 2021 hasta julio de 2022 han registrado más de 400 casos de abuso de esa índole. Hay hombres que tampoco han escapado de esa suerte.
Después de dos interminables horas podemos irnos, apresuramos el paso para alejarnos prontamente de ese lugar, bajo el calor asfixiante y húmedo el silencio de nuevo se apoderó de todos. Cruzamos rápidamente el río y nos damos la mano unos a otros para pasar los fuertes torrentes con tal de distanciarnos de aquellos delincuentes y violadores.
A media mañana encontramos una mujer haitiana mal herida está sentada en el río. Tiene su rostro muy quemado y sus piernas lastimadas. Se aferra a una vieja biblia que tiene entre las manos. Nos pide ayuda. Intentamos hacerla caminar, pero no puede ponerse en pie. Fue muy difícil para mí tener que dejarla.
Una sensación de miedo se apoderó de nuevo del grupo al mediodía cuando vimos un hombre río abajo. Nos detuvimos en seco y nadie quiso avanzar, algunos incluso nos ocultamos. Era un lugareño que también se había dado cuenta que veníamos por el río y empezó hacernos señales con los brazos abiertos. Mientras nos acercábamos con recelo vimos que un militar estaba cerca de él. Apenas nos acercamos nos dicen que estamos a salvo y nos llevan con ellos, más adelante en un campamento improvisado una mujer tiene abundante comida y gaseosas para ofrecernos. Quienes no tenían dinero también pudieron disfrutar de la bondad y solidaridad de estas personas.
El oficial panameño nos condujo hasta la población de Bajo Chiquito. Solicitó que un grupo especializado subiera a rescatar a las dos personas que habíamos reportado. Todos sin excepción llegamos con alguna afectación física o mental. Encontré al llegar a padres sin sus hijos, hijos sin sus padres, personas que esperan que lleguen sus familiares, hermanos, primos, amigos o conocidos. Sabía que las heridas físicas del trayecto posiblemente cicatrizarán no así las heridas no visibles de esta desgarradora experiencia que tomaría seguramente mucho más tiempo.
En Bajo Chiquito encontré a los 5 muchachos de Eritrea. Habían llegado un día antes. Las dos chicas de su grupo estaba muy afectadas porque también fueron agredidas sexualmente. Les habían quitado todo, incluidos sus pasaportes. Eso les impediría avanzar hasta que las autoridades pudieran verificar su identidad. La mujer haitiana fue rescatada con vida, pero no el hombre de Sri Lanka.
Con mucha atención, Juan y su esposa escucharon mi historia. Me hicieron muchas preguntas, algunas cosas ella las anotaba en un papel. Me dijeron que a pesar de la tragedia de su sobrino y amigos ellos tienen la intención de continuar. Antes de la pandemia habían pasado por la Amazonia ecuatoriana rumbo a Chile y ahora han regresado con la intención de avanzar hacia el norte. Saben que deben extremar la protección a sus hijas y sobrina, pero les motiva los testimonios de muchos de sus amigos y compatriotas que ya están en los EEUU.
Nota:
(*) El nombre marcado con este asterisco está protegido.
Producción realizada en el marco de la Sala de Formación y Redacción Puentes de Comunicación III, de Escuela Cocuyo y El Faro. Proyecto apoyado por DW Akademie y el Ministerio Federal de Relaciones Exteriores de Alemania.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
Con una entrevista sobre la esclavitud y la Nueva York colonial.
Fuentes: Ctxt.es
Primera escena. En junio de 2022, en Madrid, se reúne la OTAN, con sus príncipes-electores. La finalidad: la coronación del nuevo emperador de todos los romanos. El escenario: la iglesia del Prado. Como corresponde a la tradición imperial, y para dar más realce a la ocasión, han preparado una guerra, una guerra de consagración del […]
Primera escena. En junio de 2022, en Madrid, se reúne la OTAN, con sus príncipes-electores. La finalidad: la coronación del nuevo emperador de todos los romanos. El escenario: la iglesia del Prado. Como corresponde a la tradición imperial, y para dar más realce a la ocasión, han preparado una guerra, una guerra de consagración del nuevo emperador. Y el caballero mayor de los anfitriones, actuando según los protocolos cortesanos, proclama que el fastuoso cónclave es “una oportunidad para la paz”. A pocas calles, en uno de los teatros del Reino, los políticos-funcionarios se entregan a otro de los tantos espectáculos que animan la ocasión, una obra llamada Las cloacas. Siguiendo el hábito, toman el escenario por el mundo representado. Y silban y abuchean por la chabacanería, zafiedad y falta de ética de ciertos comediantes.
Cambio de escena. Entre 1710 y 1793, ante irresolubles y sangrientos problemas, como las guerras religiosas, los pensadores-funcionarios de la llamada Ilustración entienden que las estructuras políticas y morales provistas por la religión cristiana y las monarquías resultan insuficientes. En 1710, Gottfried Leibniz publica Ensayos de teodicea: sobre la bondad de Dios, la libertad del hombre y el origen del mal, y en 1793 Immanuel Kant da a conocer un articulo y un libro, La religión dentro de los límites de la mera razón, en que discurre sobre el mal moral y “el mal radical en la naturaleza humana”. Entre una fecha y otra, los Diderot, De La Mettrie, D’Holbach, Rousseau, Hume, Voltaire, Montesquieu, Adam Smith, Shaftesbury y muchos otros como ellos concluyen que Europa, es decir, el mundo, necesita nuevos principios. Inspirándose en la tradición grecorromana, como era debido, erigen el ideal de la república a un lado y otro del Atlántico. Siguiendo la consigna de comerciantes, prestamistas e industriales, consagran la libertad y la igualdad. Y nacen la democracia y el Estado moderno. Para que no haya confusiones, en la misma época, en el llamado Sacro Imperio Romano Germánico, fueron nombrados cuatro nuevos emperadores, entre estos Federico II, el Grande, el monarca ilustrado. El proyecto milenario seguía vivo; inspiró a Alejandro Magno, después a Roma, luego a la Iglesia católica y aún alimentaría al Tercer Reich. Era seguro: el Mal podía ser vencido con las leyes y la moral.
Tercera escena. En la misma época, centenares de miles de africanos son secuestrados, comprados y llevados a América y allí subastados, vendidos, explotados y asesinados en las grandes plantaciones que, de norte a sur, los europeos habían abierto en esas Indias equivocadas de allende el Atlántico, en un incomparable festín. Quienes lo movían eran los mismos comerciantes, prestamistas e industriales que habían hecho consagrar la libertad y la igualdad, más los monarcas y obispos. Para visualizar correctamente la escena, hay que decir que “en las colonias [americanas] más florecientes, la población esclava llegó a ser diez veces superior en número a la libre”. La estadística no es escandalosa: en la democrática Atenas vivían más o menos 21.000 ciudadanos y 400.000 esclavos, según el censo de Demetrio de Falero, uno de los gobernantes de la ciudad-estado. Y hay que saber que “alrededor de 1770, la producción de esclavos dominó el comercio en el Atlántico y generó grandes fortunas en Burdeos y Liverpool, Londres y Nueva York, Boston y Nantes”. La Ilustración puso en marcha su gran proyecto modernizador negándose a tener en cuenta que en la acumulación de su riqueza y por tanto en el fundamento de su proyecto había intervenido un principio destructor, que permitía a algunos hombres y pueblos disponer de la vida de otros, y que, dejando actuar a ese principio, la modernidad naciente se entregaba a un albur histórico que podía ser trágico. Los reyes, príncipes y funcionarios-pensadores no quisieron ni oír hablar de eso. John Locke, uno de los primeros ilustrados y así, predecesor en el diseño del mundo nuevo, fue secretario de los esclavistas británicos en Carolina, en América del Norte. Esos Lords Proprietors de Carolina, amos de tierras y personas, otorgaron a Locke un título nobiliario y cuatro mil baronías en su colonia.
Cuarta escena. Y he ahí que, dos siglos y medio después, todo salta por los aires: la Primera y sobre todo la Segunda Guerra Mundial exhiben catastróficamente que el mundo construido estaba muy lejos de haber resuelto los horrores que llevaron a la caída del sistema monárquico-feudal. El arduo, concentrado y prolongado diagnóstico de la intelligentzia europea era erróneo, los pensadores-funcionarios se habían equivocado. Un principio destructor indeterminado estaba actuando con un poder inusitado en la consciencia moderna. Y no fue una pitonisa sino Hannah Arendt quien afirmó entonces que en la segunda mitad del siglo XX el Mal debería ser el tema dominante del debate intelectual en Europa. Los reyes y príncipes se han negado.
Quintaescena. Siguiendo vagamente a Jürgen Habermas, que en 1980 planteó la necesidad de llevar la modernidad hasta su completitud, pues había quedado inacabada, uno de los caballeros mayores del Reino defiende en este 2022 la necesidad de dar “una segunda oportunidad a la Ilustración”. De manera sorprendente afirma que “de lo más grave en la modernidad ha sido la separación entre la razón y el corazón”. Que lo dijera Pascal en el siglo XVII tenía sentido, pero repetirlo ahora es hablar con los ojos cerrados. La diferencia entre razón y sentimientos hace mucho que fue abolida. Ya Adam Smith, en su Teoría de los sentimientos morales, predijo que el hombre de negocios de la modernidad estaba condenado a la moralidad, pues de eso dependía la buena marcha de su comercio. Todo defensor de la Ilustración debería saber que ya no hay oposición entre razón y sentimiento. No hay diferencias entre lo que pensamos y lo que deseamos. Hoy solo tenemos sentimientos convenientes. El predicho caballero mayor del Reino hace responsable a la cultura posmoderna de los males de hoy, pues, según él, al margen de la modernidad y la Ilustración solo queda la barbarie. Pero la mayor demostración de barbarie tuvo lugar antes de que nadie hablara de deconstrucción o posmodernidad. Los dos holocaustos modernos, el de los africanos y el de los hebreos, ocurren en el auge de la Ilustración.
De la esclavitud, forma escandalosa y palpable del Mal, la Ilustración no quiso hablar. De la esclavitud, el emperador y reyes y príncipes y caballeros de hoy no quieren hablar. Sus portavoces ni siquiera recuerdan el tema. Pero es precisamente del mal que necesitamos hablar.
Por ello he hecho preguntas a la profesora Beatriz Carolina Peña, de la City University of New York, CUNY, sobre su libro Juan Miranda y otros negros españoles en la Nueva York colonial, publicado por la Universidad de Rosario, Colombia, en 2021, que versa precisamente sobre la esclavitud. Juan Miranda (1719-1760, aproximadamente), nacido en Cartagena de Indias y súbdito español libre, fue apresado a los quince o dieciséis años de edad por corsarios y conducido hasta New York, donde vivió como esclavo durante veintiséis años. Los últimos cuatro años de su vida estuvo litigando por su libertad, sin obtenerla.
La profesora Beatriz Carolina Peña, de la City University of New York.
Háblenos por favor de la importancia estratégica del puerto y la provincia de Nueva York en relación al mercado y el comercio esclavista, los usos o destinos laborales de los esclavos y la demografía o porcentaje de la población esclavizada.
El origen de Nueva York garantizaba lo que hoy llamamos su ‘cosmopolitismo’. Primero fue neerlandesa, desde que la isla de Manhattan fuera arrebatada a los habitantes originarios. Un alto porcentaje de la población de la ciudad era de ascendencia y nacionalidad holandesa. Solo después de ser neerlandesa Nueva York pasó a ser inglesa. Casi un veinte por ciento de los neoyorquinos era de raza negra; la mayoría de ellos se hallaba en condición de esclavitud. La población esclavizada de Manhattan era la más elevada de una urbe colonial británica, a excepción de Charleston, en Carolina del Sur. Con respecto a la procedencia de los esclavos, algunos llegaban directamente desde África, pero la mayoría pasaba antes por las llamadas Indias Occidentales, lo que garantizaba a los compradores que muchos sujetos negros hubieran ya superado la terrible “aclimatación” en las plantaciones ardientes e inmisericordes del Caribe. La ciudad de Nueva York estaba dotada de un mercado donde se vendían los esclavos, pero también se realizaban subastas en otros lugares públicos. Además, como demuestro en mi libro, una de las formas que tenía el mercado de proveerse de esta mano de obra era la actividad de los barcos corsarios, a través de la venta de los tripulantes no blancos de los navíos hispánicos y, en menor grado, franceses. El comercio era una faceta nuclear de la personalidad de Nueva York. Parte de ese aferrarse consistía en mantener los lazos económicos con el resto de las colonias hermanas. La provincia de Nueva York ejercía un papel muy importante en el intercambio comercial entre las colonias británicas del noreste de América y las islas del Caribe. La ciudad de Nueva York se aferró al poderoso imperio inglés ante las amenazas constantes del enemigo francés, español e indígena que la circundaban.
El Caribe, entendiendo por tal tanto las islas como las costas de las hoy repúblicas de Centroamérica, Colombia y Venezuela, fue el epicentro de la esclavitud en América, por situarse allí los principales puertos de llegada de los buques negreros desde África, para su posterior reparto por todo el continente. Desde el Caribe eran llevados los esclavos no solo al sur sino también al norte, a Estados Unidos y así a Nueva York. Es el ámbito geográfico de la historia de Juan Miranda. ¿Quiere describir ese Caribe desde el punto de vista de los intereses de las potencias europeas y el negocio esclavista?
El colonialismo europeo se inició en las Américas con la presencia española. La competencia agresiva entre los imperios generó en el siglo XVII la penetración de Holanda, Francia e Inglaterra, en este orden, en territorios sobre los que España había reclamado posesión previa; así lo demuestra, por ejemplo, La Española, el caso más paradigmático por su envergadura simbólica en el proceso histórico de la invasión europea del Nuevo Mundo. Los franceses se apoderaron de parte de la isla; este hecho se refleja hoy en la existencia en su demarcación de dos naciones con tensiones entre sí: la República Dominicana y Haití. Por otra parte, Holanda, Francia e Inglaterra se apresuraron a apropiarse, cada una, de una sección distinta de las Antillas Menores. El Caribe era el final de la travesía transoceánica, donde culminaba la primera fase de la ruta comercial de los negros capturados en África. Poseer territorios antillanos era cardinal para participar en plenitud del lucrativo comercio del tráfico de esclavos procedentes de África. Es evidente que el acceso al mar caribeño les facilitaba a los actores de este intercambio la rapidez del procesamiento, depósito y redistribución de los negros que lograban sobrevivir el aflictivo recorrido trasatlántico. Otra razón para ambicionar estos dominios era que los territorios tropicales de la zona constituían suelos ideales para el cultivo de productos de gran demanda y renta, como el azúcar, el cacao y el tabaco. Para completar este cuadro de beneficios, las plantaciones ubicadas en el área podrían, con facilidad, prontitud y a bajo costo, surtirse de esclavos y reponerlos, según surgiera la necesidad.
Cuenta usted que la animadversión británica contra los corsarios españoles, rivales en las disputas comerciales, se habría dirigido por igual hacia los Spanish negroes, es decir, los africanos y americanos esclavizados por la corona española que habían sido arrastrados hasta la ciudad de Nueva York como mano de obra forzada. ¿De qué modo la población esclavizada sufría la animadversión mencionada, ya no como los otros esclavos sino además como esclavos que procedían del enemigo español?
Un hecho concreto para demostrar esa animadversión es, precisamente, la ‘Conspiración de New York’ o el ‘Gran complot de los negros’ de 1741. Como las coronas inglesa y española se hallaban enfrentadas en guerra, las autoridades de la provincia de Nueva York tenían la certeza de que España podía intentar invadir y apropiarse de los territorios ingleses de Norteamérica. De hecho, no era raro que se avistaran barcos enemigos a todo lo largo de las costas coloniales inglesas del Este, en general practicando el corso. En este contexto, los Spanish negroes, es decir, los hispanocaribeños presentes, esclavizados en la ciudad de Nueva York, se percibían como aliados potenciales de la amenaza española. Por lo tanto, en aquel momento crítico, fue creíble la teoría de que quienes estaban tras la ‘Conspiración de New York’ pensaban coligarse con los católicos españoles para entregarles la isla de Manhattan y, en el proceso, lograr la libertad y el poder político. Se imaginaba que los Spanish negroes, por su procedencia, catolicismo, lealtad al rey de España, dominio de la lengua castellana y experiencia marítima y de combate entre las olas serían protagonistas de la rebelión y de la cesión de Nueva York cuando los españoles llegaran al puerto.
La suerte de Juan Miranda y sus esfuerzos por recuperar su condición de hombre libre en la Nueva York colonial parece que empieza a cambiar con la llegada del inglés William Kempe al cargo de fiscal general y procurador general. ¿Cómo era posible la aparición de posiciones promanumisión de este tipo de esclavo, los Spanish negroes, en ese contexto metropolitano y colonial tan sumamente impregnado de prejuicios en que un propietario esclavista podía matar a su esclavo “sin ninguna consecuencia punitiva”? ¿A qué le atribuye la existencia de un pensamiento como el de Kempe, capaz de impulsar un juicio en que “el esclavo demandaría al amo”?
Responder a esa pregunta es para mí uno de los retos de investigación que me he propuesto emprender en el futuro más o menos cercano. El primer elemento para tomar en cuenta es que William Kempe llegó a Nueva York como un hombre maduro y con principios sólidos. Sospecho que pudo haber estado influenciado por las ideas de igualdad procedentes de los cuáqueros. Según mis pesquisas preliminares, en su lugar natal de Lewes, Sussex, existía, desde 1655, un centro de reunión de seguidores de esta doctrina religiosa. Por supuesto, esto es solo una hipótesis, y ardo en deseos de conseguir fondos para viajar a Lewes, revisar archivos, y conocer más, allí mismo, sobre la historia de los cuáqueros y de los Kempe. A menos que encuentre escritos de William Kempe sobre sus creencias y prácticas religiosas o quizá su nombre en alguna lista de asistencia a la casa cuáquera, no podré demostrar, categóricamente, esta impronta en él; pero aspiro, por lo menos, a verificar el posible influjo de los cuáqueros en Kempe en la primera mitad del siglo XVIII.
Mario Campaña. Nacido en Guayaquil (Ecuador) en 1959. Es poeta y ensayista. Colaborador en revistas y suplementos literarios de Ecuador, Venezuela, México, Argentina, Estados Unidos, Francia y España, dirige la revista de cultura latinoamericana Guaraguao, pero reside en Barcelona desde 1992.
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